MIX DE LUGARES COMUNES
Aokigahara o “el mar de árboles” es una amplia y misteriosa porción del bellísimo Monte Fuji en las afueras de Japón que esconde entre su frondosa vegetación uno de los rituales más oscuros: miles de personas por año acuden a la pasmosa soledad de sus entrañas para aclarar sus mentes y decidir si continuar o no con sus vidas. Llevan sus carpas y alguno de sus objetos más preciados y se pierden en la espesura del bosque con el fin de encontrar el mejor lugar, aquel en el que sus cuerpos darán paso a la brutal mortalidad. Es de libre acceso y el turismo ama recorrer sus senderos en busca de algún indicio que remita al cadáver de algún mortal en pena, pero los japoneses no cesan de advertir que el mar de árboles lleva consigo una larga tradición mitológica llevándolo a la historia como un bosque maldito.
El bosque siniestro (The Forest, como preferiría llamarla) es un filme de terror que como su título lo indica, transcurre en un bosque; y es precisamente Aokigahara el elegido. Allí es donde Jess se perdió luego de una excursión con sus alumnos de Inglés y será Sara, su gemela, quien acudirá en su búsqueda arriesgándolo todo. La trama es simple y atractiva sabiendo que la promesa de la exploración de la temática del doble puede aparecer en cualquier momento, y más aún cuando coincide que la locación es el misterioso mar de árboles. Sin embargo, las expectativas se diluyen a pocos minutos de comenzar el filme cuando el metraje revela que otra vez más se trata de la misma historia de siempre: la protagonista “gringa” se cree una chica súper poderosa, viaja a oriente (lugar de costumbres que para ella son mágicas y rudimentarias) y allí se encarga de menospreciar la cultura milenaria desafiando sus límites. Si bien esto podría ser un rasgo interesante en la construcción del personaje, aquí aparece como uno más de la lista de clichés que narra The Forest.
Lo bueno. La elección del tenebroso Aokigahara con toda la significación que ello implica (una antigua costumbre heredada de los tiempos de guerra en la que los parientes de ancianos o gente enferma y/o inválida ante la escasez de alimentos los llevaban allí para dejarlos morir) y el intento por la narración clásica de un filme de terror que involucra tópicos como por ejemplo la transgresión voluntaria de la norma que conlleva a la acción trágica, o el juego de las luces y las sombras (que aunque muchas veces recurra a lo artificial de la inagotable batería de Iphone presenta una búsqueda estética medianamente aceptable).
Lo malo. En primer lugar el abuso del efecto. A estas alturas de la vida del género los realizadores que deciden poner en escena una película de estas características deberían pensar en formas nuevas de crear el terror y no caer en el típico recurso del grito, el acercamiento veloz a la pantalla o la inverosímil luz parpadeante de los pasillos infinitos, será que siempre hay baja tensión…. Y, en segundo lugar el inagotable repertorio de lugares comunes que como un desfile de modas se suceden unos tras otros aburriendo hasta el hastío y la gracia. Mezcla de El anillo con Así en la tierra como en el infierno, The Forest es simplemente una más entre el montón.
Por Paula Caffaro
@paula_caffaro