Recrear el mito del minotauro
Un filme austero, que combina suspenso y sello de autor.
Los datos previos pintaban un panorama complicado: un texto de Borges como disparador, bajísimo presupuesto, dos directores de 26 años -en su opera prima- y tres actores -el elenco entero- que hacían su debut cinematográfico. Pero El bosque , una recreación contemporánea del mito del Minotauro, es una grata sorpresa. Con una estética cuidada, de planos bien compuestos, Pablo Siciliano y Eugenio Lasserre narran una historia bien cinematográfica: con pocos personajes, lacónicos, que generan misterio y tensión, sin caer en los lugares comunes del cine fantástico o de suspenso.
Con una alusión inicial a La casa de Asterión , cuento breve de Borges -en el que el “minotauro” padece hasta la locura por su encierro, y aguarda ser liberado por la muerte-, la película elige a un bosque como representación del laberinto sin salida en el que, con sus variantes, todos estamos perdidos. En su centro se mueve Dannenberg (Oscar Pérez), un anciano que vive aislado, alimentándose de animales que mata a escopetazos o a corte de cuchillo. Cada día se detiene frente a dos tumbas, coronadas por un círculo de madera.
Su existencia, monótona y salvaje, cambia -aparenta cambiar- cuando dos jóvenes (Paula Brasca y Martín Markotic) llegan al lugar: ella, como para que no queden dudas del mito recreado, se llama Ariadna. Desde este encuentro, los directores generan una atmósfera de angustia y misterio, con economía de palabras y actuaciones correctas, aunque irregulares. ¿Traerán los jóvenes la liberación (el fin) de Dannenberg o serán parte del encierro y de un tiempo circular? Los directores manejan, con pericia, este crescendo dramático.