Laurent Tirard es un director de cine francés que ha intentado dentro de su filmografía diversas adaptaciones de textos provenientes de otros formatos como fue el caso de “El pequeño Nicolás” un clásico de las historias breves y las caricaturas pensadas por René Goscinny y Jean-Jacques Sempé, pasó también por las historietas de “Asterix y Óbelix” además de la adaptación de otro guion para la remake de “Corazón de León”, llamada en Francia “Un hombre de altura”.
Su nuevo desafío en “EL BRINDIS” (una traducción algo dudosa de “Le discours/ El discurso”), es trasponer al lenguaje cinematográfico, la novela de un célebre dibujante francés de comics como es Fabrice Caro. Tal como sucedía con “Le petit Nicolás”, la propuesta del texto de Caro no tiene una estructura dramática tradicional sino que apunta más al mundo de la historieta con viñetas, recortes, pensamientos fragmentados que justamente implican un profundo trabajo de adaptación para poder ajustarlo al formato de la pantalla grande.
Para esto, se vale de diferentes estructuras narrativas, intertextualidades, cambios en el eje de tiempo, flashbacks y otros artificios, entre los que incluye (quizás demasiado insistentemente) romper la cuarta pared para generar complicidad con el espectador, un recurso que por reiterativo se termina desgastando rápidamente, para contar de una forma dinámica y por momentos novedosa la crisis de una separación que se plantea “solo como un descanso”.
Adrien se ve angustiado por una novia que arma sus valijas y sin demasiada explicación le dice que necesita descansar de él, ya no contesta sus mensajes, parece ignorarlo por completo y perder total conexión, lo que le permite inclusive fantasear con un abandono por culpa de un affaire con un tercero. Para completar la situación la hermana ya planea su casamiento y él deberá ser el encargado de pronunciar unas palabras en el momento del brindis.
El guion se permite jugar con diferentes posibilidades, diferentes situaciones que pueden llegar a ocurrir de acuerdo a cada uno de los discursos que surgen de la cabeza rumiante de Adrien que va, inclusive, pergeñando lo que va a decir en ese brindis, teñido de todo su fracaso amoroso y el dolor de esta reciente pérdida, lo que puede llegar a generar momentos verdaderamente desopilantes.
Tirard tiene ritmo para la comedia y conoce los mecanismos para presentar de forma sumamente atractiva a cada uno de los integrantes de la familia, describiéndolos detalladamente y con un lenguaje corporal y visual preciso, de modo tal que cualquier espectador pueda sentirse reflejado en algunas de las cosas que suceden a nivel de la dinámica y la sobremesa familiar.
Sin embargo hay algo de “EL BRINDIS” que no logra cerrar en una propuesta atractiva, como si el guion se quedara en la pintura de los personajes y situaciones, los presentara con un humor reflexivo e inteligente pero no lograse profundizar lo que sucede ni tuviese demasiado en claro qué es en definitiva lo que se quiere contar y hacia dónde debe encauzarse la historia.
Por otro lado, la composición de Benjamin Lavernhe en el rol de Adrián hace que la comedia funcione y que todo lo que le sucede suene sumamente creíble gracias a una deliciosa composición del personaje. Pero en muchos tramos un protagónico bien delineado no alcanza si la historia no logra contenerlo y darle una dirección en concreto. Es interesante como el guion cuenta los vínculos familiares, las situaciones del pasado, las relaciones amorosas y la decepción sobre el fin de una relación con instrumentos que no respeten una narrativa tradicional.
Pero por momentos, “EL BRINDIS” se vuelve sumamente errática y fragmentada, como un interesante collage al que Tirard no logró darle contundencia y que parece un producto muy menor como para haber accedido, entre otros privilegios, a formar parte de la Selección Oficial de Cannes, aunque si se maneja convincentemente el tema de las penas de amor desde un costado masculino (también poniendo en juego algunas referencias a las nuevas masculinidades) y los estereotipos en los vínculos familiares.
Indudablemente Tirard tiene la capacidad de generar un producto reflexivo y diferente, con referencias teatrales que al mismo tiempo pueda ser atractivo para el público en general y convertirla en una comedia popular. Pero en varios segmentos uno piensa que están dados todos los elementos para que la incorrección, la ironía, la creatividad y la locura exploten en una escena inolvidable… y nada de eso sucede.