Spielberg, entre reinas buenas y gigantes malos
Sophie es huérfana, tiene 10 años, y un gigantón bonachón se la lleva de Londres al País de los Gigantes. ¿Qué hacer? Pronto se dará cuenta de que ese otro, el desconocido, será al fin su salvador. Un cuento de hadas escrito por Road Dahl y recreado por este genio del cine que transita triunfal por todos los géneros.
La soledad es gigante. Y los personajes de Spielberg lo saben. Sophie es una nena abandonada e insomne. No tiene a nadie. Y se aferrará pronto a ese inesperado amigo. Los dos necesitan huir hacia un mañana mejor. Y necesitan de la fantasía, ese ingrediente al que los personajes de Spielberg apelan para achicar distancias, aceptar los distintos y dejar que el afecto vaya ahuyentando recelos y temores. Este es el único gigante bueno en esa comarca de gigantes malignos que comen carne humana. Colecciona sueños y se une a Sophie porque él también es un desamparado, un ser diferente, un solitario que tiene un sólo trabajo: salir a cazar sueños, guardarlos y llevarlos a la ciudad para que los niños se familiaricen con la magia y la fantasía. Están en peligro y deben idear un plan para terminar de una buena vez con los gigantes malos. Y para concretarlo, deberán bajar a tierra, colarse en el Palacio de Buckingham y ponerse en contacto con una vivaz reina Isabel.
Con este trabajo, Spielberg vuelve a un género donde no ha brillado: “Hook”, “Las aventuras de Tintín”. Se ha inspirado en un texto de Raod Dahl al que le falta algo de gracia y magia para sostener mejor este cuento de que aspira más al encantamiento que a la aventura. Su realización es impecable y desde lo visual muchas veces roza lo deslumbrante. Pero no transmite ni la emoción ni la sorpresa de sus grandes títulos, aunque logra atrapar con su batería de nobleza, pureza de sentimientos, fantasía y sobre todo con ese homenaje a la inocencia, a la amistad y al poder de la imaginación y la obstinación.
El gigante y Sophie deambulan por esta tierra de salvadores y aniquiladores que, como en la vida real, necesitan de sueños tranquilizadores para seguir apostando a un mundo con pocas reinas buenas y muchos gigantes malos.