En cierto, extraño sentido, EL BUEN AMIGO GIGANTE es una película que pone en discusión los cambios que sufrió el cine en los últimos 20 años, acaso desde que el propio Steven Spielberg dirigió JURASSIC PARK, la última película en la que el realizador de varios de los más grandes éxitos del cine mundial de los ’70 y los ’80 capturó la imaginación masiva con una película tan popular como novedosa. Sí, es cierto, luego tuvo otros éxitos comerciales y grandes películas, pero ese combo en el que el mundo parece girar a partir de la obra de un realizador estalló en ese momento. Fue la consagración y el final de una etapa.
No es casual que pocos meses después se estrenara LA LISTA DE SCHINDLER y Spielberg comenzara un largo y sinuoso giro hacia un cine más adulto y variado en temáticas, menos ligado al “momento”, más cercano a sus propias obsesiones y siempre personal pero a la vez accesible. El cruce entre el director de TIBURON y el corazón de la cultura pop hizo eclosión allí, todos celebramos hasta que esa fiesta se acabó. Lo que vino después, en mi opinión al menos, fue igual o mejor en términos de calidad cinematográfica (salvo algunas excepciones), pero ya era otra cosa. El cine de un maestro al que muy pocos ya discutían.
EL BUEN AMIGO GIGANTE (digámosle, EL BAG) es una hermosa, bella, agradable, por momentos oscura pero finalmente tierna película que Spielberg hizo en base a una popular novela de Roald Dahl. La película está siendo un fracaso rotundo en Estados Unidos, acaso uno de los más severos de la carrera de Spielberg, en especial en relación a sus películas más potencialmente comerciales. Lo cual, obviamente, no lo quita un ápice de su calidad ni de su excelencia. Estoy convencido que, de haberse estrenado 25 años atrás –con la tecnología disponible entonces– habría sido un gran éxito. Pero hoy esa convergencia no existe: para los millennials Spielberg no tiene la trascendencia que tiene para los que pertenecemos a una generación previa. No les pertenece. Es un Maestro, sí, pero hace películas fuera de época. O de otra época.
Eso, claro, para los que estamos acostumbrados a ver un cine para niños o adolescentes de paupérrimo nivel que rompe las taquillas, no es un problema. Al contrario. Experimentamos cada una de las delicadas y afinadas decisiones de punto de vista, de ingenio y creatividad de EL BAG casi como un milagro, como la confirmación que todavía se pueden hacer películas infantiles inteligentes, clásicas, donde lo oscuro y lo liviano compartan cartel sin problemas. Nos fascina. Y, salvo algunas escenas (un largo encuentro del gigante en cuestión, la niña que él “rapta” y la realeza británica que es gracioso en un nivel sketch televisivo pero no más que eso) tenemos la sensación de haber visto algo encantador, mágico y hasta revelador de costados nuevos de Spielberg, como sus cambios en relación a las figuras paternas en su cine.
De principio a fin (no coincido con los que opinan que la primera parte del filme es floja, a mí me parece aún mejor que la segunda, de una fascinación y riqueza visual abrumadoras), EL BAG es magia pura, el cuento nocturno del gigante bueno, la niña primero asustada y luego contenida, la amenaza, la persecución y, en el medio, los sueños como el motor de todas las aventuras que merecen ser vividas. En cierto modo, es una suerte de inversión de tamaño (y de generación) del E.T. que supo guionar también la recientemente fallecida Melissa Mathison, a quien la película está dedicada.
Dicho todo esto, es muy probable que no funcione en taquilla. Como decía antes, el pulso de lo popular/masivo y el del director de INDIANA JONES hace rato que no van de la mano y tal vez los espectadores más pequeños encuentren a la película antigua, lenta o hasta aburrida, una palabra raramente usada con Spielberg antes, pero posible ahora. Sería una lástima que eso suceda. Como HUGO, acaso la película a la que más se parece, o bien otras adaptaciones de Dahl (como JIM Y EL DURAZNO GIGANTE, MATILDA o EL FANTASTICO MR. FOX) se trata de todos casos de grandes películas, muy bien recibidas por la crítica, pero casi todas también con dificultades a la hora de conectar con la taquilla a gran escala. Y el fracaso de estas propuestas invitan a Hollywood a seguir apostando por interminables secuelas de LA ERA DEL HIELO y sucedáneos, películas en las que esa magia de los cuentos infantiles entre tenebrosos y encantadores que nos contaban antes de dormir ha desaparecido por completo.
Aunque parezca una broma –ya que en una época Spielberg era considerado sinónimo del “tanque” hollywoodense taquillero– hoy es casi un acto de resistencia cultural apoyar una película como EL BUEN AMIGO GIGANTE. No para salvarle la carrera a Spielberg, quien claramente no tendrá problemas económicos por más fracasos que acumule y quien además ya tiene otras películas encaminadas en los próximos años, sino para convencer a la industria de que todavía se puede apostar por la magia, por la emoción y por los sueños. Por el Cine.