Disney y Amblin unieron fuerzas para llevar a la pantalla grande el fantástico cuento de Roald Dahl, aunque considerar a El Buen Amigo Gigante como un producto de Disney -salvo por la prolija distribución con que contará el film- sería una locura.
Steven Spielberg, junto a todo su equipo de cabecera a bordo (Kathleen Kennedy, Frank Marshall, John Williams, Michael Kahn y Janusz Kaminski), se mueve sobre terreno ya transitado y el resultado es una mágica, conmovedora y hermosa historia fantástica sobre la relación de una niña huérfana (Sophie) y un gigante (amigable).
El film, compuesto por escenas en live action más CGI, pone en evidencia las mejores cualidades de Spielberg. Casi como un ejercicio, El Buen Amigo Gigante (The BFG, 2016) constituye una vuelta a proyectos infantiles como Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio y ET, el Extraterrestre, que también contó con guión de Melissa Mathison.
El Buen Amigo Gigante está claramente subdividido en dos partes, que generan identificación inmediata con otros grandes largometrajes como Hook, The Indian in the Cupboard y El Gigante de Hierro. La acción transcurre en Londres, ciudad en la que se plantea el conflicto de una sorpresiva desaparición de niños. En las primeras escenas se visualizan los alrededores de la ciudad hasta arribar al orfanato donde reside Sophie, y ahí viene la primera similitud con la habitación de los niños en Peter Pan o Hook. Luego de este prefacio, y cuando la relación ya esta afianzada entre los dos personajes principales, la película logra un vuelco muy favorable en la trama y en la dinámica. Podría decirse que todo cambia por completo y para bien, convirtiendo a El Buen Amigo Gigante en un mejor film.
El acontecimiento que brinda el vuelco es efectivamente el encuentro con la mismísima Reina de Inglaterra, perfectamente interpretada por Penelope Wilton. De ahí en más, alguna monotonía que comenzaba a registrarse se convierte en pleno jolgorio y disfrute.