Después de un paréntesis de films dedicados al revisionismo histórico, coronado con la notable Puente de espías, Steven Spielberg regresa al territorio del cine de aventuras, con su habitual maestría a la hora de combinar sensibilidad artesanal con despliegue visual de alta tecnología. A su vez, en una temporada como la de vacaciones de invierno, en la que hay una enorme cantidad de propuestas para niños pequeños, pero pocas alternativas para chicos de más de 7 años; El buen amigo gigante se transforma en la mejor opción a la hora de elegir un entretenimiento que vaya más allá de las consabidas fórmulas de comicidad y gags físicos.
Sin demasiado preámbulo, la película nos zambulle en la odisea de BAG (el buen amigo gigante del título) y Sophie (una niña que vive en un orfanato londinense). Como buen conocedor de la expectativa de la platea, Spielberg no estira la introducción por demás, y antes de los diez minutos, ya tenemos al grandote bonachón secuestrando a la nena y llevándola a la Tierra de los Gigantes. Allí hay otros seres de grandes dimensiones, mucho más altos que BAG, y mucho más peligrosos, ya que a diferencia del querible raptor... ellos se alimentan de niños.
Adaptando un libro de Roald Dahl - escritor británico cuyas obras han llegado a la pantalla grande a través de maravillosas películas como Jim y el durazno gigante, Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate - Spielberg vuelve a capitalizar el encuentro entre dos criaturas que a pesar de lucir muy diferentes, tienen una voluntad en común: encontrar un aliado en el abrazo. Son seres solitarios incomprendidos por su entorno, pero que juntos pueden ser capaces de atravesar la más desafiante aventura. Cualquier parecido con E.T. El extraterrestre no es pura coincidencia, ya que el El buen amigo gigante no sólo vuelve a transitar ese tipo de estructura vincular; sino que también viene de la guionista Melissa Mathison, fallecida a fines del año pasado, y también encargada de adaptar la novela que dio vida a la película del legendario y querido alienígena.
En esta nueva joyita, el director vuelve a confiar en sus colaboradores más ilustres. A los 84 años, John Williams se prepara para recibir una nueva nominación al Oscar por su bellísima música original. Mientras que el polaco Janusz Kaminski, habitual director de fotografía de Spielberg, logra una variada paleta de atmósferas y colores en los desplazamientos que van de Londres a la Tierra de los Gigantes, con momentos de éxtasis visual en la Tierra de los Sueños; y una encantadora recreación del Palacio de Buckingham, momento en el que el film dispara una desopilante sucesión de gags en los que el realizador muestra su inesperado talento en el reino de la escatología.
Más allá de los impecables rubros técnicos y artísticos, este film adquiere calidez gracias al milagro expresivo que anida en la mirada de Mark Rylance, ganador del Oscar a Mejor Actor de Reparto por Puente de espías. En tanto que el debut cinematográfico de la niña Ruby Barnhill, no desentona frente a tamaño seleccionado de talentos.
Con buen pulso narrativo, pero sin necesidad de atropellar todo a las corridas, el realizador logra sumergir a los espectadores en una suerte de trance hipnótico. Tal vez por momentos falte un poco de intensidad en el conflicto, o dicho en términos más llanos, mayor amenaza y maldad por parte de los gigantes come-niños. Pero esto es apenas un detalle. Spielberg logra materializar un mundo en el que los sueños logran imponerse sobre el cinismo. El incansable cineasta lo hizo de nuevo. Una película de genuina emoción, que no necesita subirse al pedestal del gigantismo para demostrar su enorme nobleza cinematográfica.
The BFG / Estados Unidos - Reino Unido - Canadá / 115 minutos / Apta para todo público / Dirección: Steven Spielberg / Con: Ruby Barnhill, Mark Rylance, Rebecca Hall, Bill Hader