La mentira entre la mentira
Es una buena idea consultar con el trailer de El buen mentiroso (The Good Liar, 2019) antes de describir la historia, la cual serpentea tanto que resumirla con precisión requiere anticipar varias de las curvas que le dan gracia al thriller.
La premisa, de acuerdo con todo el material publicitario, es la siguiente: Roy (Ian McKellen) y Betty (Helen Mirren) son dos viudos de setenta y pico que se conocen a través de un sitio de citas en internet y deciden probar suerte con una cena. Él busca “romance”, ella “compañerismo”. Luego de un poco de incomodidad rompen el hielo confesando trivialidades y la cita concluye con la promesa de otra. Roy, en realidad un estafador profesional, está contento: su plan es cortejar a Betty, ganarse su confianza, insinuarse en su vida (y casa) y eventualmente robarle sus millones.
Aprendemos todo esto en la siguiente escena durante una de las muchas estafas de Roy y su colega Vincent (Jim Carter), quienes se dedican a ganarse la confianza y el dinero de los crédulos y afluentes. Su estrategia consiste en fingir riesgos que en realidad no están tomando y distraer a sus víctimas con adversidades ficticias que difuminen la culpa. Todo al servicio del viejo truco: hacer creer a la víctima que es la victimaria, o ideóloga, de lo que termina siendo su ruina. Lo cual es cierto, en un sentido perverso.
La cuestión es que El buen mentiroso miente tan obvia y descaradamente como su protagonista, y lo deja tan en evidencia desde el comienzo - incluso desde antes de los títulos introductorios - que la gracia del thriller no pasa por separar lo falso de lo verdadero así como descubrir el cómo y el por qué de todas las mentiras, que se van desprendiendo capa por capa. El guión lleva buen ritmo pero no es particularmente tenso. Dado que anticipamos la naturaleza de las revelaciones - aún sin entrar en detalles - la gracia pasa menos por el truco y más por su explicación, la cual rara vez es satisfactoria.
En materia de explicaciones, la segunda mitad de la película se inunda con ellas. Mientras Roy lidia con los gajes de su oficio - incluyendo el sobrino protector de Betty, Stephen (Mike Tovey) - la película está en su punto más atrapante. Luego comienzan los flashbacks, los temas cambian, el tono oscurece, la trama se complica y hacen erupción las explicaciones y contra-explicaciones. Tan descomunal es el alud de información impartido en tan poco tiempo y tan drásticas se vuelven las revelaciones que la película hace el ridículo cuando pretende tener su momento más significativo.
Es prácticamente una tautología alabar las actuaciones de McKellen y Mirren, veteranos cuyo porte y talento elevan cualquier proyecto, incluyendo éste. Suelen ser relegados a papeles secundarios y es un placer tenerlos aquí en primera plana, dentro de un género que suele prescindir de artistas de su edad o categoría. Pero en cierto sentido su mera presencia, digna e inteligente, delata algunos de los “giros” de la trama. Y la historia queda a medio cocer entre thriller y drama, sin sobresalir en ninguno.