Dos ancianos se comunican a través de una aplicación de citas online, se encuentran en un restaurante y en la charla admiten que han “maquillado” un poco la información. Inician luego una suerte de sereno romance, comparten algunas “inversiones” (de él sabremos enseguida que es un estafador profesional) y, a partir de entonces, comenzará una serie de sorpresas que, como en todo buen thriller, es mejor no anticipar.
No es novedad (teniendo en cuenta incluso el título de la película) que los juegos de seducción, la mentira, el engaño, las confabulaciones, las trampas cruzadas y ciertos hechos del pasado que regresan al presente en forma de venganza estarán en el centro de la escena de este film dirigido con mucho oficio y bastante eficacia por el prolífico y ecléctico realizador de Dioses y monstruos, Kinsey: El científico del sexo, Soñadoras: Dreamgirls, El quinto poder, La Bella y la Bestia, Mr. Holmes y hasta dos entregas de la popular saga Crepúsculo / Amanecer.
Y tampoco es novedad que, para sostener este duelo casi siempre circunscripto a dos personajes, este juego de gato y ratón (en el que nunca se sabe a ciencia cierta quién es quién), se necesitaban dos intérpretes de la experiencia, el aplomo, la ductilidad y la solvencia de Ian McKellen y Helen Mirren. Es cierto que hay buenos aportes secundarios de Jim Carter (el asesor financiero del Roy Courtnay de McKellen) y de Russell Tovey (el nieto de la Betty McLeish de Mirren), pero El buen mentiroso -que bebe de las fuentes de Patricia Highsmith, John le Carré y David Mamet- se termina sobreponiendo a algunas dosis de crueldad y a ciertos subrayados en su estructura de thriller psicológico con ínfulas moralistas gracias a dos intérpretes sabios, nobles y virtuosos, pero que jamás necesitan regodearse en su indudable capacidad expresiva.