El buen mentiroso es un deleite actoral magnífico, tanto que queda por encima de la película en sí misma.
Otro gran valor que posee es como va traspasando de un género al otro con el personaje de Ian McKellen como hilo conductor. Arrancamos con lo que aparenta ser una película romántica sobre dos personas en la tercera edad, para luego meternos en el drama, luego en el thriller y luego con un par de buenos -aunque esperables- plot twists.
El ya nombrado McKellen compone un fantástico personaje que causa todo tipo de sensaciones en el espectador, desde simpatía hasta odio.
Y Helen Mirren al principio aparece con un perfil muy bajo y luego lo eclipsa. Ambos logran una competencia magnífica que es que nos preguntemos ¿Quién está mejor en su papel? Y las respuestas serán correctas tanto de un lado como del otro.
La trama tiene sus vaivenes, pero se deja disfrutar. Aún cuando algunas cosas resulten un tanto obvias en el tercer acto.
El director Bill Condon, de ecléctica trayectoria ya que viene de dirigir la adaptación live action de La bella y la bestia (2017), y ha hecho sus aportes en la infame Saga Crepúsculo, así como también nos dio Dream girls (2006), hace un laburo correcto pero sin nada en particular para destacar más que la maravillosa manera en la cual muestra a Londres.
Son pocos los films que te hacen sentir una ciudad, y aquí pasa de eso y es totalmente accesorio. Incluso también hay hincapié en otra gran metrópolis europea, tal como lo es Berlín, que juega un rol crucial para los personajes.
El buen mentiroso hace honor a su título todo el tiempo, mostrando a este hombre como estafa, a veces con planes más elaborados y otras con menos, pero entreteniendo sin dudas a la audiencia.