Un estreno español que daba más para un cortometraje que para un largo.
La idea de El cadáver de Anna Fritz es lo suficientemente perversa como para llamar la atención: la chica del título es una hermosa actriz española que acaba de morir en la picota de su éxito, y su cuerpo ahora está en una morgue a la espera de una autopsia. Uno de los empleados del lugar y dos conocidos de él no tienen mejor idea que entrar para tener sexo con ella, sin saber que, en realidad, ¡está viva!
No hay explicaciones ni motivos que justifiquen tamaña quiebre argumental y, a partir de ese momento, el film del español Héctor Hernández Vicens se vuelve un típico juego de poder entre ellos tres, con la mujer en pleno regreso al mundo de los vivos como botín.
Los personajes repiten parlamentos y el relato gira sobre su propio eje una y otra vez, coqueteando así con el absurdo y marcando que el ínfimo suspenso de esta propuesta hubiera funcionado mejor en un cortometraje que en un largo de 75 minutos.