Como espectadores, se supone que necesitamos una explicación para todo, y esto ocurre especialmente en el cine de género, en donde las reglas son más rígidas. Hay personajes fantásticos más fuertes que el acero por venir de otro planeta, en el western hay buenos y malos en extremo, en el policial siempre hay un agente corrupto, los zombis reviven por una epidemia, etcétera. ¿Pero qué pasa cuando Anna Fritz resucita porque se le da en gana? Podría ser catalepsia, pero el director mallorquín Héctor Hernández Vicens no pone mucho esfuerzo en explicar por qué pasa lo que pasa. Y en ese desinterés por dar el plato servido a la audiencia está lo interesante y lo bueno del film, aquello que atrapa, sorprende, y sí, deja con las ganas de una explicación.
Anna Fritz es una celebridad de figura perfecta, y la película empieza cuando Anna Fritz ya está muerta. Dos reporteros gráficos tienen un amigo en la morgue adonde fue a parar el cadáver de Anna, y con la excusa de pasar a buscarlo para ir a una fiesta lo convencen para pasar a ver el cuerpo de la actriz. En principio iba a ser una sesión fotográfica para un medio amarillento, pero uno de los fotógrafos, al destapar del cuerpo, decide que mejor idea es violar a la occisa.
Al fotógrafo se suma Pau, el asistente de la morgue, pero en algún momento Ana despierta del sueño que no era tan eterno. Con la renuencia del segundo reportero gráfico, la duda es qué hacer respecto a la actriz, consciente de su violación; y cuando la decisión es asesinarla empieza un desparejo derrotero de suspenso y acción. Pero no será fácil: ¿Anna es cataléptica, es un vampiro? Pese a actuaciones flojas y a la falta de una atmósfera apropiada, El cadáver de Anna Fritz convence y atrapa hasta los minutos finales.