El pasado huele mal
La película producida por Valentín Javier Diment, Vanesa Pagani y el director y guionista, Alejandro Cohen Arazi, sorprende por el nivel de detalle en la elaboración de un guion que habla del peso de una herencia ligada a la carne vacuna.
Maximiliano (Demian Salomón) es un intelectual que vive en la ciudad y acaba de publicar un libro. Un día recibe un llamado: su padre acaba de fallecer y debe viajar a su pueblo natal (un pequeño pueblo rural del interior) y enfrentarse al pasado con el fin de resolver trámites ligados a la herencia.
Lo interesante de esta película de terror psicológico es la astucia del director para incluir temáticas locales en el armado del relato. Por un lado tenemos la pluralidad de sentidos puestos sobre la carne vacuna, su padre era un terrateniente ganadero que denota poder económico pero también placer en el hecho de apuñalar la carne, deglutirla cruda, dejarla pudrir. A nivel simbólico el film configura varias capas de significado sobre el tema: El patriarca de la familia, el asado como ritual masculino y machista, el trofeo adquirido por dominar la bestia.
Algo similar sucede con la herencia familiar: por un lado es una bendición económica pero por el otro es una condena, según desde dónde se la mire. El peso del pasado condiciona la libertad de elección del protagonista, esconde un costado tenebroso ligado a instintos primitivos. Siempre la metáfora es sobre el poder, oscuro y prepotente del cual es difícil librarse, sobre todo si está anclado a la tradición, y por ende naturalizado. Elementos que se articulan uno a uno en una trama que avanza de manera cansina hacia un final demoledor.
El cadáver insepulto (2020) demuestra pasión por el género, pero también por construir un relato cuidadosamente elaborado que sutura tópicos criollos, a través de un arco dramático creíble y un cierre tan siniestro como contundente.