Encontramos en esta película una historia siniestra que se nos va develando al mismo latir que el de su protagonista: Maximiliano, un personaje enmarcado en una personalidad ligada al intelecto. Tal como puede presumirse desde su título, la película desprende una atmósfera putrefacta y correcta para las aristas propias del género de terror, terror psicológico y suspenso.
Sin fisuras en su narrativa, la película nos sumerge en la intimidad de una familia domesticada a la voluntad perversa de un padre recientemente fallecido. Conjuga, además, elementos propios de la cultura rural y patriarcal, con una serie de imágenes tan explícitas como metafóricas.
Sembrada de interrogantes, el film se nutre muy bien de toda una carga simbólica, mortifica y punzante, puesta al servicio de una relación familiar que comprende conflictos generados a partir del retorno de Maximiliano al pueblo que lo vio crecer, y el posterior re encuentro con sus hermanos (Y sí, todo pueblo chico oculta bajo una alfombra pacífica el infierno de una familia).
Totalmente destacables desde sus actuaciones, ningún personaje pareciera sobrar, sino que por el contrario, todos y cada uno de ellos le aportan una incógnita interesante al relato. Diría también que es una película de acción, pero de acción mental, ya que hay varios momentos de la misma en los que nuestra cabeza será puesta, literalmente, en jaque por lo que acabamos de mirar.
El film resulta inquietante, entretenido y por demás, muy bien logrado. Sin clichés, lleva los condimentos mórbidos en un tono que incomoda en su porción justa. Una caricia enferma y sangrienta al espectador, que todo amante del género va a agradecer.