El documental busca erigirse como un mensaje visual y sonoro potente, resguardado en las bondades de la poesía y el arte rupturista. Humana, esta obra audiovisual acompaña y espía el trabajo del prestigioso autor Emilio García Wehbi, reconocido dramaturgo argentino que ha sacudido con sus perturbadoras obras a espectadores de todo el mundo. Con algunos matices surrealistas y dadaístas, el documental desnuda el trabajo del director con los actores a lo largo de varios años en cada una de sus obras. Activa, onírica, sin diálogos huecos, se propone aquí también una experiencia audiovisual dialéctica que incomode al espectador. Grávido de humor y acidez, el documental logra por momentos alcanzar la tozudez poética con la que Wehbi y su pluma se han propuesto sumergir de un sacudón existencialista al público. En cambio, otros momentos son rehenes de la quietud y la confusión, que podrían provocarle al espectador una sensación de aburrimiento. Una película donde el director Zeballos logra, desde la observación in situ, abrirnos las puertas de la cocina y su resultado en varias de las obras de Wehbi, brindándonos así un privilegiado acercamiento a su modo de trabajar. Una pieza audiovisual que le huye al conformismo como estrategia y punta de lanza para el choque. El documental, además contiene en sí un tesoro, que es la presencia del artista recientemente fallecido Gabo Ferro.
Encontramos en esta película una historia siniestra que se nos va develando al mismo latir que el de su protagonista: Maximiliano, un personaje enmarcado en una personalidad ligada al intelecto. Tal como puede presumirse desde su título, la película desprende una atmósfera putrefacta y correcta para las aristas propias del género de terror, terror psicológico y suspenso. Sin fisuras en su narrativa, la película nos sumerge en la intimidad de una familia domesticada a la voluntad perversa de un padre recientemente fallecido. Conjuga, además, elementos propios de la cultura rural y patriarcal, con una serie de imágenes tan explícitas como metafóricas. Sembrada de interrogantes, el film se nutre muy bien de toda una carga simbólica, mortifica y punzante, puesta al servicio de una relación familiar que comprende conflictos generados a partir del retorno de Maximiliano al pueblo que lo vio crecer, y el posterior re encuentro con sus hermanos (Y sí, todo pueblo chico oculta bajo una alfombra pacífica el infierno de una familia). Totalmente destacables desde sus actuaciones, ningún personaje pareciera sobrar, sino que por el contrario, todos y cada uno de ellos le aportan una incógnita interesante al relato. Diría también que es una película de acción, pero de acción mental, ya que hay varios momentos de la misma en los que nuestra cabeza será puesta, literalmente, en jaque por lo que acabamos de mirar. El film resulta inquietante, entretenido y por demás, muy bien logrado. Sin clichés, lleva los condimentos mórbidos en un tono que incomoda en su porción justa. Una caricia enferma y sangrienta al espectador, que todo amante del género va a agradecer.
“Un continente incendiándose” sigue a una mujer que vive en un pueblo olvidado de la Patagonia argentina. Un documental valiente en su propuesta, que denota sus virtudes en la osadía de obligar al espectador a vérselas cara a cara con conceptos tan amplios y mudables como lo son el tiempo, la soledad, la muerte o la poesía. Una obra decididamente reflexiva que abre de par en par una ventana gigantesca al alma del director Miguel Zeballos, y expresa en cada una de sus tomas el amor por el cine y la cámara que dicho realizador ha empleado al realizarlas. La película es técnicamente correcta, se compone del resultado al desarrollo observacional que, no necesita en sí mismo implementar otro recurso más que el del asimilable a un ensayo poético y audiovisual, funcional al espectador, como si de un perfecto freno de mano vital a tanta vorágine con la que se lidia diariamente se tratase, sobre todo en las grandes ciudades. Una obra impregnada de nuestros aspectos culturales y raíces, literalmente un canto a la introspección, gracias a la convivencia que mantenemos como espectadores con una de las protagonistas visibles del documental: Mercedes Muñoz, cantora del lugar, mientras que, por otro lado, me atrevería a deslizar que los otros protagonistas del film son la poesía, el paisaje espiritual del pueblo “Las Ovejas” ubicado en Neuquén, la voz en off de su director y nuestra propia introspección reflexiva al verla, ya que es una de las cualidades que vivimos necesariamente al verla. Una cinta que paradójicamente logra a partir de la quietud un imperceptible movimiento interno o filosófico que invita desde la observación, aparentemente pasiva, a reflotar aquellas dudas que todos tenemos frente a cualquier certeza existencial. En definitiva, percibí un tranquilo, lento e interesante viaje audiovisual que mayormente trata más sobre uno mismo que sobre una situación, paisaje o persona externa.
“Camino Sinuoso” nos presenta una trama enmarcada en el género del drama y thriller, en donde la estructura dramática pareciera estar pensada como si de una enorme fila de fichas de dominó se tratase. Al desplomarse la primera ficha, podemos imaginar al film como una historia que denota una serie de episodios relacionados, donde la tensión del conflicto crecerá y nos atrapará con mayor intensidad, como espectadores, sobre el tramo final. La transformación e interacción entre los personajes a lo largo de la cinta es lo que a priori funciona como una propuesta artística interesante de transitar, sobre todo por la calidad del elenco seleccionado y lo impredecible que de antemano podemos suponer de su trabajo. Consideremos por ejemplo la imperdible participación de Geraldine Chaplin, para nada reducida o en un papel menor, conjugada principalmente con los personajes interpretados por Arturo Puig, Juana Viale y Gustavo Pardi. Otra perla interesante para decodificar en cuanto a nombres propios es que la música original de la película es autoría de Fito Paez. Lo que resulta interesante es la metamorfosis de todos los personajes a lo largo del film, abocado esencialmente al resultado de la calidad interpretativa de la mayor parte de ellos frente al desafío que seguramente se les propuso ya desde el guion, como probablemente el inesperado caso del hermano de Mía, interpretado sobresalientemente por Gustavo Pardi, o la tenacidad guerrera de una simpática y brava Geraldine Chaplin en acción. Es aquí, en este aspecto, en el de la mayoría de los personajes, donde radica el mayor atractivo de la historia. Lamentablemente, a criterio estrictamente, puede llegar a tornarse lenta o aburrida, a mi entender, por carecer de “ganchos argumentales” o recursos narrativos. Otro aspecto que corre riesgo frente a nuestra mirada espectatorial es la sinuosidad propiamente dicha, pero esta vez no del título de la película, sino del camino propuesto a recorrer al momento de mirarla, ya que en más de una oportunidad se torna forzada y, por consiguiente, poco verosímil. La cinta no denota carencias técnicas de las que uno pueda percatarse y cuenta además con varios casos sobresalientes en cuanto a la calidad interpretativa de sus actores, pero tratándose de cine, pensaría que en su perfil narrativo huelga de ambición y riesgos conflictivos desde el inicio, inclusive. Concentrándose en “lo bueno”, la película tiene algunos puntos altos altos de dónde agarrarse. Si usted se encuentra frente a ella en la sala de cine, está advertido…concéntrese en lo bueno, siempre haga del cine de una mágica salida…de lo contrario, probablemente salga de la sala compartiendo a dedales más de un estado de red social exhibiendo su pochoclera indignación
“En Peligro” aborda una historia violenta, prescindiendo curiosamente de utilizar la violencia física o explícita en la mayor parte de su desarrollo. Intuyo que su afiche, el género o la sinopsis funcionarán peligrosamente como un canto de sirenas para el espectador que pretenda encontrarse aquí con un relato esencialmente de acción, policial o suspenso ‘clásico’. La película está compuesta por una estética prolija y adecuada implementación técnica, al mismo tiempo que no denota fisuras en sus personajes, pero a mi criterio se excede riesgosamente en el modo causal de su relato. Podría decirse que el film funciona como una constante crítica o guiño a diversos clichés irracionales a los que acuden, o acudían otras historias policiales con respecto a los personajes, los crímenes, sus motivaciones o resoluciones, los diálogos y lo que para cualquier espectador adepto a dicho código cinematográfico le signifique ir a ver ese tipo de cintas al cine, precisamente (no sin antes comprarse su buena ración de comida y bebida chatarra para acompañar desenfrenadamente el rito). Nai Awada interpreta correctamente a Carla Ponti, una chica aparentemente indefensa y en peligro por su condición física. Lo que esta historia deja en claro es que, dicho peligro, en todo caso, es la devoción que como sociedad mostramos ante la violencia, ante la noticia trágica o incluso una película. Hasta puede que el espectador que espere violencia en una cinta y no la reciba….¡Se ponga violento en su butaca!, algo que probablemente suceda acá, gracias a la inteligente y prolífica dirección de Matías Szulanski. El universo ficticio de esta historia propone ser jugado con personajes de actitudes y escenas grotescas, plagado de autorreferencias al cine comercial de su género y momentos que dejan en claro la no búsqueda de algo así como un hiperrealismo narrativo. A mí me dejó la impresión de que la verosimilitud de lo que propone el largometraje es mucho más fácil de aceptar que lo que cada uno de nosotros vive o conoce diariamente en diversas situaciones similares, donde la apatía y la monstruosidad humana dejan su huella. En fin…una película audaz, virtuosa, interesante y a la vez ‘complicada’, de pocos pero selectos amigos.
El mayor atractivo del documental “Ábalos, una historia de 5 hermanos” son “la música que nunca muere” y la pulsión vital que acompaña al protagonista de la película, como un saco prolijo en la memoria de tantos que, lejos de oler a naftalina, más bien conserva la elegancia y precisión con las que marcan el paso del tiempo las manillas de un reloj clásico de La familia Ábalos que conforma parte interesante de los poros más resonantes y queridos de nuestra cultura, y es esto un poco de lo que trata el film. La película orbita en torno a la figura y andar de su protagonista Vitillo Ábalos, único hermano vivo del recordado grupo folclórico que conformara junto a sus cuatro hermanos: “Los hermanos Ábalos”. A través del documental, como espectadores, tenemos principalmente el cálido agasajo de compartir diversos momentos en la vida de Vitillo, que sin necesidad de recurrir a la incorporación constante de datos duros o flashbacks de archivo en cuanto a la información que se desea compartir, de alguna manera cada escena cocinará en nosotros nuestras propias conclusiones que deban obtenerse al respecto. El documental también cuenta con una breve, pero oxigenante participación de Roger Waters, Jimmy Rip, Juanjo Dominguez y el flaco Spinetta. En el transcurso de la película, también podemos interiorizarnos en detalles sobre cómo fue grabado “El disco de oro, folclore de 1940”, ganador del premio a “Disco de oro en folclore”, y que fue gestado en colaboración de diversos artistas. Otro aspecto necesario, y que vuelve entretenido al documental, es la utilización del recurso más precisado de la historia: La música. Casi en todo momento suena algo de Los Ábalos, o más bien el pulso en la percusión de Vitillo, tan justo y generoso como el corazón y la sonrisa de quien vive joven, aún en la vejez. Como aspecto presente y no del todo favorable para la película, según mi percepción, es que la misma tiene varios momentos en los que su atractivo está al borde del precipicio argumental, probablemente dado a que el guión o su desarrollo están, evidentemente, contados desde una perspectiva del entorno familiar, lo que termina siendo un condimento peligroso para el entretenimiento o aporte general de un documental…aunque no así para un “video homenaje en vida” (Si es lo que se pretende lograr).
Paradójicamente, no deben existir rincones tan llenos de vida como cuando se habla de la muerte, y Vergel es una obra que nos regala esa aventura. Existen pensamientos trágicos y definitivos sobre la muerte, sin embargo existen también nociones casi opuestas, platónicas…fedónicas, en donde la muerte es sobre todo un cambio de estadío para el alma. Esta noción, si se quiere optimista, es la que el espectador encontrará en la película. Un mundo aparentemente asfixiante como el agua (Sensación y elemento muy presentes en la película), pero lleno de vida para donde se mire. En esta encrucijada se desenvuelve la protagonista del film, quien pasa las horas en un país extranjero en el que ni siquiera domina el lenguaje, o que por cuestiones de fuerza mayor no puede moverse o escaparse de donde se encuentra. Vale la pena destacar sobremanera el trabajo de sus protagonistas: Camila Morgado y Maricel Alvarez. Ambas encarnan personajes con el que es prácticamente imposible no mimetizarse. Llevan con naturalidad y solvencia este viaje anímico vasto de emociones, plantas y amor al que asistirá el espectador. Sin duda es un invite al pensamiento, a la acción, a la pasión y a la vida. Necesariamente germina en uno un sentimiento sobre el cauce de nuestra propia vida. Hay también en la película, una notable construcción diegética que, creo, apreciarán mucho aquellos espectadores adeptos al cine de Pasolini. Vergel exhala poesía desde el primer microsegundo de película. No hay sentido humano que no se estimule al verla. Contundente y pictóricamente bella. Si el espectador se predispone paciente y receptivo, apreciará el fluir de la película en una cadencia temporal meticulosa y punzante, como si de una canción del flaco Spinetta se tratase.
Tras cumplirse diez años de la partida física del negro Fontanarrosa, llega a los cines esta película, compuesta e inspirada en diversos cuentos del reconocido y popular autor rosarino, en la que el espectador tendrá frente a sí un largometraje vocacionalmente gracioso. “Vocacionalmente”, porque el humor es el ingrediente fundamental que pretende sostener la película, algo que en algunos pasajes de la misma lo consigue y en otros tantos no. Se trata de seis cuentos repartidos en cinco episodios fílmicos y una animación que veremos en tres fragmentos separadas. A priori todas contienen una propuesta impregnada de cotidianeidad barrial y algún hecho particularmente desopilante que valdrá de sostén dramático. Si en la película “Relatos Salvajes”, el hilo conductor de los relatos es el perfil salvaje de los personajes, en la película “Everything You Always Wanted To Know About Sex (But Were Afraid To Ask)”, de Woody Allen es el sexo y en “Intolerance” de Griffith es la intolerancia, de existir en esta película sería solamente la magnífica imaginación de Fontanarrosa, pues no hay muchos puntos en común entre las historias más que un humor considerablemente machista, a mi entender. Entre los puntos destacables de la película, están la particular originalidad de cada uno de los relatos, en donde interactúan momentos inteligentes, naturales, bizarros y cómicos (lo más recomendable es no conocerlos y sorprenderse en el momento con cada uno de ellos). Como punto de partida, es algo más que interesante para los relatos y además algo muy identificable con las películas con las que uno suele asociar a Woody Allen. Por otro lado, sin lugar a duda, ni desperdicio, el cuento sobresaliente es aquel que protagoniza Dady Brieva: “No sé si he sido claro”. Además de las tres animaciones que componen otro punto alto de la película, pertenecientes al cuento: “Semblanzas deportivas”. Otro aspecto positivo, es que ningún cuento es lo suficientemente aburrido como para que al menos no nos riamos una vez o lleguemos a pensar en plena sala de cine “¿Cuánto faltará para que termine?”, si no que por el contrario, todos tienen algún momento cómico, amoldado a la duración final exacta. Entre los aspectos reprochables, se puede cuestionar el por qué de la elección de los cuentos que componen a la película, y en algunos casos, al elenco que los integran. Sin la más mera intención de juzgar la calidad profesional de todos los excelentes actores que trabajan, pareciera que algunos personajes no encajan con el actor designado. Por otra parte, en varios pasajes se pierde el ritmo del relato y pareciera ser responsabilidad de un montaje equivocado o una inclusión de planos y gestos que poco suman cada vez que se quiere buscar resaltarse un momento cómico. El cuento que peor adaptado está es sin duda “Sueño de barrio”, aquel donde actúa Pablo Granados y Chiqui Abecasis. En éste lamentablemente falla todo. Sobretodo si se trata de un cuento tan famoso, y al que incluso han resignificado notablemente, cambiándole nada menos que un detalle en el final del mismo. Cada evento que colabore en mantener vigente la figura de Fontanarrosa me parece excelente, como sus cuentos, dibujos, entrevistas y conferencias, y si bien la película dista muchísimo de la obra del Negro, es un loable homenaje que además regala incontables momentos de risa para pasar un buen rato.
“¿En qué se basará la decisión artística que lleva a que en una película titulada “Las calles” el protagonista que primero se nos presenta sea principalmente el mar?”, pensaba innecesariamente (tal vez), mientras la historia sin darme cuenta me cobijaba en lo más íntimo de su esencia. Es que en el uso de planos generales y necesariamente estáticos, más la complicidad de nuestros privilegiados paisajes del sur argentino, se nos regala en los primeros segundos de película una ineludible sensación de paz, a la que ya nos hemos desacostumbrado los que vivimos en ciudad. Y entonces, como primer indicio, se puede interpretar románticamente que el calmo oleaje de mar indica implícitamente el ritmo y estado de ánimo necesarios al que debemos predisponernos para estar en armonía con la película. Sin duda, una invitación más que atractiva. Las instancias dramáticas que suceden a la primera secuencia anteriormente redactada, están abocadas a convidarnos del estilo de vida rural, pueblerino y real, ya que la película mezcla escenas de ficción con escenas documentales, un estilo narrativo bien cuidado y excelentemente construido que, sin duda, ha sido uno de los principales aciertos artísticos que llevaron al film a consagrarse con premios del BAFICI y otros festivales. Todo transcurre en el pacífico Puerto Pirámides, un pueblo donde las calles no tienen nombre (¡Bingo! Aquí parece estar la razón del título de la película). Es por eso que Julia, maestra de la única escuela del lugar, desarrolla un proyecto escolar que compromete a sus alumnos en un objetivo común: buscar nombres para denominar las calles. Para lograrlo, acuerdan llevar adelante una serie de entrevistas a distintos habitantes del pueblo, para que cada uno de ellos les sugieran los posibles nombres y sus razones al momento de candidatearlos para una posterior votación abierta a la comunidad. Por esta vía, no sólo conocemos a distintos y atractivos personajes, sino que también conocemos al pueblo a través de sus relatos, en un clima totalmente similar al que de alguna manera ya vivimos los que tenemos o tuvimos el privilegio de compartir una tarde de mates con nuestros abuelos, esos seres mayores que con una dulzura indescriptible nos cuentan una cantidad inagotable de anécdotas sobre su pasado. Así entonces, más de uno va a rememorar sus propias escenas, mientras los personajes…quiero decir, las personas de la película, nos cuentan las suyas. Nota personal: Se agradece este “pequeño viaje regalado a mi infancia” (algo que seguramente también agradezca quien vea la película). Además, las historias son un excelente pretexto para darse un tiempo de reflexión sobre el tiempo, las historias y la vida, su complejidad y sencillez, que son en definitiva, grandes tópicos que sostienen a la película. Finalmente, en el mar que abraza al pueblo de Puerto Pirámides flotan las mayores esperanzas y razones de vida de sus habitantes, ya que éste es el principal modo de vida que ellos tienen: El de trabajar en todo aquello vinculado al puerto. Una comunidad de culturas y personalidades visiblemente heterogéneas, de seres humanos con diversos pasados que un día patearon el tablero y decidieron irse a construir una vida en otro lugar: Puerto Pirámides. Se podría decir que al pueblo, y al mar, le deben lo que son hoy en día, su actualidad. Y tan grande es el mar como lo es la actuación de Osvaldo Bayer en la película, una de las perlitas imperdibles de la misma. Puntaje: 3,5/5
Seguramente, su principal gran atractivo y carta de presentación, es la de contar entre sus protagonistas con dos excelsos, prestigiosos y experimentados actores como lo son Gérard Depardieu e Isabelle Huppert. Este será el aspecto fundamental que impregna de una primorosa belleza espiritual al entramado simple y preciso que nos propone el film, ya que toda la historia que se nos presenta se abraza fuertemente al vínculo y relación que existe entre estos dos personajes. Una historia de amor y desamor, más bien cerca de un atractivo místico que de uno basado en los efectos, las explosiones y otros grandes sacudones típicos en otro tipo de cine. Con marcado ritmo y tonalidad narrativa habituales en el cine francés, la película nos introduce en una posición privilegiada e intimista de la historia, ya que prácticamente nos transforma en un invisible tercero en discordia que tranquilamente podría estar en el mundo ficticio que se nos propone. Además, su construcción es curiosamente naturalista y paranormal, con una profundidad conflictiva muy compleja de tratar si se la traslada a nuestra realidad, ya que la historia se sitúa en torno a una ex pareja que ha perdido un hijo, y que éste le ha dejado una carta de puño y letra, con indicaciones precisas de dónde y cuándo se tienen que encontrar, juntos, si es que pretenden volver a verlo. Sin lugar a dudas es una película que eriza y atrapa al espectador paciente, al curioso, al que interpreta en cada encuadre una poesía propia sobre lo simple y compleja que resulta para todos la vida. Ideal también para quien guste masticar un entramado atractivo y enigmático, impregnado de diálogos y gestos profundamente humanos. Su director, Guillaume Nicloux, apuesta a lo que para mí es un acierto dramático en esta historia, y es que evita el uso de flashbacks (que por momentos nuestra curiosidad los pide a gritos), y huye a la sobrexplicación de los hechos. Este quizá sea el punto que traiga cierto disconformismo en el espectador, ya que la película deja bastante lugar a la libre interpretación, sobretodo en momentos claves que voy a evitar mencionar, pero que quizá este aspecto, que por un lado puede generar cierta controversia, por otro le invita al espectador a desplegar sus propias alas de la imaginación y raciocinio. Puntaje: 3,5/5