El tema de la Dictadura y los estragos que aquella época sórdida de nuestra historia ha dejado se ven continuamente reflejados en el cine (sin ir más lejos esta semana se estrenan cuatro películas que giran, algunas de manera más directa que otras, en torno a ésta). Como alguien mismo dice en su testimonio para “Caído del cielo”, es “un dolor que continúa, algo del presente”. Porque lo que sucedió en ese pasado, en este caso ella habla sobre su padre desaparecido y luego encontrado muerto, se queda con uno, es una huella que nunca se va a borrar.
El realizador español Modesto López enfoca entonces su documental en una figura que aparece como NN, un muerto que encuentran en Tucumán y sin saber nada de él se arma cierto culto a su alrededor. Los militares lo asesina y lo arrojan desde el helicóptero y al caer, los habitantes de Pozo Hondo lo llegan a considerar un santo. Pero no tiene nombre. Hasta que descubren su identidad, la de Tomás Francisco Toconás, un guerrillero asesinado y dejado sin identidad, sin un derecho a duelo, allá en la punta del país.
López reúne a diferentes personas, como familiares, antropólogos, habitantes de Pozo Hondo y otras personas que vivieron y fueron testigos de esta oscura época, para reconstruir la historia de este hombre. Con una investigación y estilo narrativo muy tradicional a nivel periodístico, éste rememora a ciertos especiales de televisión, sobre todo con la suma de imágenes de archivo de noticieros en algunos momentos.
Narrada de manera cuidada y meticulosa, López reconstruye la historia de esta figura y además da lugar a la reflexión no sólo sobre una época de la historia que nunca terminaremos de comprender, sino la desmitifación de un “santo” para poner en evidencia una historia más triste y real: la de un obrero humilde que por sus convicciones encuentra el peor final.
Bien realizada aunque con un trabajo de cámara preciso, y el aporte valioso de la familia de Toconás, “Caído del cielo” es una película que además de abarcar mucha información tiene una intención clara de homenajear, de brindar por fin un duelo merecido. Modesta y ambiciosa al mismo tiempo, modesta porque no apela a grandes artilugios sino a los recursos del cine documental más tradicional, y ambiciosa porque abarca mucho contenido en la extensa investigación. Emotiva y rica.