La nueva película del director mexicano Guillermo del Toro (El laberinto del Fauno, Hellboy, La forma del agua, entre otras), es una trasposición de la novela homónima de William Lindsay Gresham publicada en 1946.
El texto literario realizaba un estudio profundo sobre el mundo del espectáculo y sus protagonistas, utilizando las “ferias de curiosidades” como metáfora para criticar el sistema capitalista y retratar lo más vil de la condición humana. El protagonista de la película Stanton Carlisle (Bradley Cooper) descubre en el mundo de la feria que posee talento para el mentalismo, a partir de allí su ambición lo llevará por el camino del engaño, y constantemente será representado como un pecador. El personaje de Stan, representa un gran desafío actoral para Bradley Cooper puesto que ya había sido interpretado en la primera transposición cinematográfica perteneciente al género del film-noir titulada Nightmare Alley (1947, Edmund Goulding) por el buenmozo Tyrone Power. Sin embargo, aquí Cooper logra meritoriamente hacer propio el porte y la presencia escénica que lograban encarnar las estrellas de la Golden Age de Hollywood.
Antes de adentrarnos en el análisis es pertinente recordar que el universo de las ferias de “freaks”(“fenómenos/monstruos”) fue representado reiteradas veces en la pantalla grande, dentro de lo que se denominó como cine exploitation. Este sensacionalismo en el cine desarrollado aproximadamente desde los ´30 a los ´50 (con repercusiones posteriores), explotaba de forma desvergonzada y sin escrúpulos, varias temáticas como por ejemplo las deformidades corporales y las adicciones. Allí se acentuaba el carácter espectacular de las “ferias de curiosidades”, y algunos ejemplos de ello son Freaks (1932, Tod Browning), Chained for life (1952, Harry L. Fraser) y The terror of Tiny Town (1938, Sam Newfield).
Ahora sí, retomando El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021) la película se divide estructuralmente en tres apartados que se corresponden con distintos escenarios. En primer lugar, un prólogo que deja entrever algunas cuestiones sombrías del pasado de Stan, y por ende ya desde el comienzo la versión de Guillermo del Toro profundiza más en la psicología de los personajes y retoma más los planteos de la novela que la adaptación del ´40. Luego, el relato procede con el desarrollo del estatuto del personaje de Stan en el mundo de la feria, en donde también comienzan los triángulos sentimentales. El primer triángulo está compuesto por Pete (David Strathairn), en pareja con Zeena (Toni Collette) quienes realizan un show de mentalismo exitoso en la feria desde hace años, y Stan, que aprende de ellos todos los códigos y secretos de dicha actividad. Posteriormente, un segundo triángulo amoroso entre Zeena, Stan y Molly (Rooney Mara), quien es más joven que Zeena y deslumbra con su talento a Stan. Respecto a lo espacial, el decorado de la feria tiene un nivel de detalle y ambientación propio de la estética lúgubre del director que, a través de sus círculos y espirales, construye la idea de que Stan emprende un viaje en espiral del que no podrá salir. Allí también conoce a Clem Hoatley (interpretado por el siempre convincente Willem Dafoe), encargado del show de “monstruos” y un coleccionista de extraños fetos en frascos. En cierta forma Clem funciona como el personaje delegado dentro del esquema actancial, puesto que es junto a Pete (quien en esta versión es más elocuente y lúcido de los peligros de su profesión), el encargado de impartir la tesis social: cómo un ser humano puede llegar a caer hasta lo más bajo y perder toda clase de dignidad.
Por último, la mayor parte de la acción se desarrolla en la ciudad, Stan y Molly se van de la feria puesto que la ambición de Stan ya no cabe allí, necesita un espacio más grande. Es en la gran urbe -decorada de forma grandilocuente como Metrópolis (1927, Fritz Lang)- donde él junto a la asistencia de Molly logrará enriquecerse. Sin embargo, su codicia no tiene límites al toparse con una astuta psiquiatra Lilith Ritter (Cate Blanchett), encuentra una nueva “aliada” para seguir aumentando su enriquecimiento a costa de engaños a la alta sociedad. A partir de allí nace el tercer triángulo sentimental. El problema es que Lilith no es cualquier mujer, es la femme fatale por antonomasia, aquella mujer que con sus artimañas (según la construcción patriarcal del film-noir clásico) logra llevar al hombre hasta la perdición. Sin embargo, el director y guionista del filme, le adhieren al personaje de Ritter una fracción de mártir de un pasado que desconocemos.
En conclusión, El callejón de las almas perdidas es una lograda y entretenida transposición que realiza varios aportes respecto a la adaptación cinematográfica anterior y esto merece ser celebrado. Recordemos que la versión de 1947 se encontraba bajo la censura del Código Hays, por ende, actualmente el relato se permite, por ejemplo, ser más explícito respecto a las escenas de contenido sexual. Asimismo, el guión de Guillermo del Toro y Kim Morgan posee más violencia visual y simbólica, resaltando lo endeble que es el carácter a la par de las bajezas humanas. Sin embargo, hay que admitir que en su desenlace el avance de la acción se entorpece extendiéndose por demás en su duración, a pesar de respetar bastante el esquema de acción del texto. La película logra reflexionar profundamente sobre el rápido ascenso y caída de su protagonista. Dicha alma se pierde en un mundo circular y corrompido, obtiene -como es propio del relato clásico y de su época, e incluso del cine exploitation- un final punitivo. Es allí, donde las almas quebradas son explotadas por el sistema, hasta convertirse en “monstruos” tal como imparte de forma acumulativa la tesis social del filme.