En los últimos años el cine hollywoodense evocó la nostalgia por el viejo cine noir americano con películas decentes que pasaron sin pena gloria por las salas.
Tanto Ben Affleck (Live By Night) como a Edward Norton (Motherless Brooklyn) no tuvieron suerte en los aspectos comerciales cuando abordaron como realizadores el género, en parte a que se trata de una temática que ya no llega a un público masivo.
El nuevo film de Guillermo del Toro, que encima tuvo que enfrentar el contexto de la pandemia, padeció hasta la fecha el mismo destino y después Nightmare Alley (su título original) va a pasar un largo tiempo hasta que los grandes estudios vuelvan a invertir en una producción de este tipo.
Esta historia concebida en la literatura policial por William Lindsay Gresham en 1947 tuvo su primera adaptación con una película muy controversial por las temáticas turbias que trabajaba. Por entonces el actor Tyrone Power (La marca del Zorro) buscaba despegarse de los roles de héroes de aventuras y galanes románticos y gestó este proyecto que le brindó la oportunidad de encarnar uno de los personajes más siniestros de su carrera.
Lamentablemente la película surgió en el contexto de post-guerra donde el público norteamericano no tenía ganas de ver historias oscuras de este tipo ni a Power en esta clase roles y resultó un fiasco en la taquilla. No obstante con el paso del tiempo se convirtió en un clásico de culto.
Guillermo del toro, que es un muchacho inteligente, tenía claro de entrada que jamás en la vida iba a superar el film original y en lugar de refritar el film del ´47 optó por elaborar su propia adaptación de la novela de Gresham.
El camino más acertado, en parte porque 250 Bradley Cooper no hacen un Tyrone Power. Esta versión de Nightmare Alley es una producción ambiciosa que demanda paciencia del espectador ya que el thriller que ofrece se cocina a fuego lento y tanto la intriga como su atractivo en materia de intensidad va de menor a mayor.
El primer acto es un poco complicado porque el director expande la historia con una introducción de los personajes que se hace eterna y alarga de un modo innecesario el disparador del conflicto.
Después de la primera hora fatídica la trama cobra fuerza y se vuelve más interesante hacia la gestación del clímax, pero hay que tener paciencia porque el comienzo la verdad que es un poco aburrido. El poco interés que puede generar en un principio el relato se compensa con el soberbio espectáculo visual que elabora el realizador mexicano.
Junto con el director de fotografia Dan Lausten desarrollaron una marcada puesta en escena artificial que tiene la función de evocar el imaginario de un cómic pulp, más que una reconstrucción histórica realista de 1939.
De hecho, hay más de una escena que remite más a las historietas de Batman de los años ´40 que cine noir clásico hollywoodense que iba por otro lado. Se nota toda la atención que le pusieron a los decorados con el fin de construir una experiencia audiovisual fascinante.
Desde lo técnico no se le puede objetar nada y probablemente coseche un par de nominaciones al Oscar en varios rubros. A diferencia del film de 1947 que padeció las restricciones de la censura de ese momento, el film de del Toro va al hueso en lo referido a la brutalidad del cuento y su contenido turbio.
En esta cuestión sobresale una de las grandes debilidades del film que es el casting de Bradley Cooper, a quien le queda demasiado grande este rol y ni siquiera se acerca a evocar la oscuridad de estafador Stan Carlisle como lo hizo Power en la original.
Sólo el director entiende por qué este personaje no quedó en manos de Willem Dafoe, quien tiene una participación en el film y se hubiera hecho un festín con este rol. Cooper ofrece un trabajo decente pero no es la gran figura de la película y termina opacado por Cate Blanchett, quien sobresale con una mayor intensidad.
El resto de la grandes figuras acompañan con roles más acotados, con la excepción de Rooney Mara, cuyo personaje encuentra un lugar para destacarse un poco más. Aunque la adaptación original sigue siendo muy superior, esta nueva versión al menos resulta satisfactoria si bien está destinada a quedar en el recuerdo en la segunda línea de la filmografía del cineasta mexicano.
Algo similar a lo que ocurrió con Crimson Peak que es una buena película pero no sobresale entre los cinco títulos más populares de su obra.