Freaks, estafadores y muchos claroscuros
Guillermo del Toro adapta la novela de William Lindsay Gresham, que tuvo una primera versión en 1947, sosteniéndose en un gran elenco que saca a flote una historia atractiva con una dirección que no siempre llega a buenos resultados.
El callejón de las almas perdidas es un clásico noir que llegó a los cines por primera vez en 1947. En dicha adaptación, el actor Tyrone Power interpetaba a un joven con ansías de éxito que se convierte en feriante, se enamora de una compañera de trabajo y aprende el arte de la estafa. La versión de Guillermo del Toro se ciñe a la trama original agregando una dosis inclaudicable de oscuridad -característica emblema del autor de El laberinto del fauno (2006) y La forma del agua (2017)- y aunque el resultado general es desparejo, el gran elenco de estrellas saca adelante la historia.
Stanton Carlisle (Bradley Cooper) llega a una feria de freaks que aprender los trucos de mentalista y con esas habilidades deja de lado el show circense para mudarse a la alta sociedad, donde ejerce como estafador inescrupuloso. En su camino se cruza a una fría psicoanalista (Cate Blanchett) dispuesta a patear la ética a manipulaciones, si con eso puede lograr sus objetivos de enriquecerse. Stanton funciona como metáfora de la corrupción del ser que, seducido por la ambición y el poder, pierde la brújula; '¿es un hombre o una bestia?'.
Guillermo del Toro apunta a lograr una película más visceral, regida por los extraños funcionamientos de la psiquis como detonantes de las acciones violentas de los personajes. En buena parte logra una historia abrumadora y pesimista sobre la delgada franja que existe entre caer por un precipicio o recurrir a la salvación para expiar culpas. Todo este conjunto de decisiones estéticas enriquecen la historia, a la par del elenco de grandes estrellas entre los que destacan Bradley Cooper y Cate Blanchett (en una interpretación despojada y feroz, un acierto absoluto).
La falla troncal de El callejón de las almas perdidas reside en como está constituida la estructura de la historia, no tan ligera como uno esperaría -a algunos hasta puede llegar a parecerles "un plomazo"- y con algunos problemas de edición (lo que en este caso y a partir de la mitad del relato, genera la sensación de estar viendo dos películas en vez de una) El cambio de estéticas entre eventos que transforman al personaje es brusco y los espectadores fácilmente lo percibirán. En el balance general, la primera mitad es mucho más armoniosa y más fiel al estilo de del Toro. Hay que entender que se trata de un drama sobre personajes y se cuece a fuego lento. Si se asiste al cine con la predisposición de ver algo por fuera de los clásico de fantasía propios del autor, el disfrute llega.