Agridulce viaje de amores truncos y suicidios caninos Un hombre vuelve a su ciudad natal para investigar un misterioso caso de suicidios caninos, lo que deviene en excusa para cerrar una historia de amor trunca, en el drama de Hugo Grosso protagonizado por Luis Machín. "El extraño caso del suicidio de perros" bien podría ser el título de un policial detectivesco y enroscado, pero no: es solamente un punto de inicio extraño -parte de los meta mensajes de una película sobre el paso del tiempo- de Perros del viento, el nuevo trabajo de Hugo Grosso protagonizado por Luis Machín, Gilda Scarpetta y Lorenzo Machín (estos últimos, esposa e hijo del popular actor) Difusa, enigmática y compleja, la historia abre muchos canales narrativos y cierra pocos, carta que no siempre le juega a su favor, pero no deja de ser un correcto ejercicio introspectivo para reflexionar en torno a las oportunidades perdidas. Ariel (Luis Machín), guionista transmedia, vuelve de España a Rosario, su ciudad natal, a investigar el extraño caso del suicidio de perros en un parque lindero al río. Al regresar se reencuentra con su pasado, donde habitan entre otros Laura (Gilda Scarpetta), mujer a la que amó, y José María (Roberto Suárez), su mejor amigo, esposo de Laura. La película abarca los días intensos, llenos de contradicciones, malentendidos y tensiones que ponen a Ariel y al resto de los personajes al borde de la irracionalidad. El suicidio canino pasa totalmente a segundo plano cuando Ariel, encarnado por un medido Machín (que la semana que viene estrena la excelente y conmovedora Siete Perros) ahonda y se replantea las decisiones que ha tomado en su vida, topándose con un presente que poco lo representa en su búsqueda por la felicidad. Es ahí que la narración de Perros del viento se torna monocromática y la historia pierde ligereza, las escenas dramáticas se tornan densas y la experiencia se vuelve pesada. El soplo de aire fresco lo tienen las actuaciones del clan familiar: Luis Machín, su esposa y su hijo entregan composiciones tiernas que aplacan el tono melancólico de una historia que, por momentos, se regodea en el dramatismo y no cierra todos los canales que abre. No genera dolores de cabeza, pero si una charla obligada con un terapeuta.
Historia animada de un romance maldito y violento La película de Fernando Sirianni y Federico Breser cuenta con un riquísimo elenco de voces comandado por Norma Aleandro, Nicolás Furtado y Maite Lanata. Rosario 1926. Magdalena y Anna Scilko arriban a Rosario desde Polonia con la promesa de un nuevo futuro. Engañadas, caen en manos de los Abramov, una organización criminal que maneja la red de prostitución más grande de la ciudad. Así comienza El Paraíso, una película de animación para adultos dirigida por Fernando Sirianni y Federico Breser que no escatima en violencia, muertes y un relato sólido en torno a las clásicas disputas mafiosas con final trágico anunciado. El Paraíso es la historia de amor maldito entre Ian Abramov (Nicolás Furtado), joven miembro del grupo criminal la "Chicago Argentina" atormentado por el asesinato de su padre frente a sus ojos y ciego de ira por ello, y Magdalena Scilko (Norma Aleandro en su ancianidad y Maite Lanata en su juventud), que cae en la red de trata y logra escapar, permitiéndose contar su historia de supervivencia -para dejar testimonio de lo ocurrido antes de su partida- a un periodista (Ernesto Larrese). La cinta, que a su vez está basada en la serie Tierra de rufianes, es de narrativa ágil y descarnada, con elementos del cine noir y un grado no invasivo de melodrama. El Paraíso es una película que va por carriles esperados, sin sorpresas y apelando a algunos eficaces lugares comunes, bien usados para potenciar el drama en las escenas más fuertes. La animación es, por momentos, un tanto defectuosa (pareciese que los personajes se mueven en cámara lenta) y eso habla de las deudas pendientes del cine nacional en torno a los proyectos de este tipo que, en este caso puntual, son muy rescatables. La rebeldía estructural yace en el armado de cada uno de los personajes, llenos de matices y con arcos muy atractivos de seguir. Una producción de estas dimensiones -y en una industria nacional que suele relegar lo animado por cierto temor o tabú- siempre es motivo de interés, y cuando detrás de eso hay una buena historia que merece ser contada la magia sucede. Véala en un cine, pero no se deje engañar por los dibujitos y tenga el decoro de no llevar menores de edad a la sala (o hágalo a conciencia).
La fórmula justa para tener un buen orgasmo La película dirigida por Sophie Hyde con una brillante Emma Thompson barre con prejuicios y tabúes sobre quienes son trabajadores sexuales, a través de un relato sincero sobre los aspectos más conflictuados de las relaciones humanas. No hay nada más placentero que el calor que antecede al orgasmo, estallido de fluidos que provoca placer y es producto del goce de uno o más participantes en el sexo. Esta búsqueda íntima es el motor de arranque en Buena suerte, Leo Grande, brillante película de Sophie Hyde con Emma Thompson en su mejor momento actoral. Un filme provocativo, que fácilmente entra en el podio de las sorpresas del año. Nancy Stokes (Emma Thompson) es una maestra de religión jubilada y viuda que desea aventuras de conexión humana, buen sexo y experimentar un orgasmo, estado que jamás alcanzó en sus relaciones con hombres. Para eso -y contra toda su mole de prejuicios- contrata a Leo Grande (Daryl McCormack), un atractivo trabajador sexual, y en una habitación rentada se dispone a dar rienda a sus fantasías....si sus mandatos y creencias no la boicotean. Buena suerte, Leo Grande es una crónica de los encuentros íntimos entre Nancy y Leo, y del crecimiento vincular y la confianza que se teje entre estos dos personajes no tan diferentes como parecen. Sería demasiado simplista calificar la película de comedia dramática con ribetes románticos. No. Buena suerte, Leo Grande es más ambiciosa en su búsqueda: los diálogos inteligentes y el sexy juego interpretativo de Thompson y McCormack destapan un lenguaje mucho más complejo que une las historias de dos personas atravesadas por conflictos no resueltos y anhelos sin cumplir. A la vez, ofrece una notable representación de las mujeres maduras en el cine con planos de desnudos reales que escapan de los moldes normados con las figuras y cuerpos "estéticamente bellos", promovido en centenares de películas y series de Hollywood. Buena suerte, Leo Grande es irresistible aún en sus momentos previsibles. Conmueve y mantiene un tono de belleza enternecedora por fuera de cualquier encorsetamiento narrativo. Es una dosis justa de buen goce cinéfilo.
Un rockero desdibujado y un manager que se lleva todo el protagonismo La película de Baz Luhrmann que cuenta la historia de Elvis Presley, "El Rey" del rock, tiene una narración frenética y veloz como una montaña rusa, pero no queda bien en claro quién es el verdadero protagonista: ¿Elvis o su manager? Elvis Presley fue una víctima fatal de los excesos y las manipulaciones de quienes ejercieron poder y se llenaron los bolsillos de dinero con su talento. Y su manager, un hombre de dudosa reputación llamado coronel Tom Parker, fue el gran titiritero de su vida artística. Baz Luhrmann (Moulin Rouge, Australia, The Great Gatsby) parte de la estrecha y compleja relación que tuvieron ambas figuras y compone una biopic tan desenfrenada como un rock and roll de "El Rey": es divertida, un poco sexy y desprolija, y no termina de definir quién es el verdadero protagonista, pero aún así satisface al espectador promedio. Y eso es muchísimo, si se tiene en cuenta la mediocridad en la que suelen caer este tipo de películas. La cinta explora la vida y la música de Elvis Presley (Austin Butler) y su complicada dinámica con Tom Parker (Tom Hanks), que abarca más de 20 años: desde el ascenso de Presley a la fama hasta su estrellato sin precedentes, en un panorama sociocultural de raíz conservadora en los Estados Unidos (que abarca eventos como la muerte John Fitzgerald Kennedy y Martin Luther King, así como el florecer del hippismo, la guerra de Vietnam y la censura en los medios). El mecanismo de narración que propone Luhrmann -Parker es el guía y conoceremos los hechos según su visión- logra que, por momentos, Elvis no destaque como el protagonista de su propio filme, no así su manager. Pese al protagónico desdibujado, Elvis tiene un despliegue visual alucinante y el registro actoral de la dupla Butler - Hanks es digno de ser disfrutado en una pantalla grande. El actor de Forrest Gump y Náufrago compone a un vil y desalmado empresario y saca a relucir una faceta villanesca, poco transitada en su filmografía, que probablemente le valga una (o unas cuantas) nominaciones en la próxima temporada de premios. En una oración, Elvis es un tanque comercial con fragancia a pochoclo y una estructura de trama efectiva, con muchos excesos y algunos aciertos nostálgicos.
Una aventura que pone el humor por encima de la acción Luego de la celebrada Thor: Ragnarok, Taika Waititi dirige la cuarta entrega de la saga del dios del trueno y sale victorioso en su búsqueda poco definida que entremezcla géneros y propone un fenomenal despliegue de efectos especiales. Thor: Love and Thunder es una película que genera contradicciones. En su afán por superar -en términos de ambición fílmica y despliegue visual- a la celebrada Thor: Ragnarok, el director Taika Waititi propone una aventura que intenta escapar de la solemnidad en la que suele caer Marvel, pero no responde a un género determinado - es un salto continuo del drama al humor, y de ahí a la acción- y eso hace que su desarrollo narrativo no sea prolijo. Es otra clásica película que alimenta las vibras del fandom acérrimo, con una fórmula de éxito demostrado y resultados satisfactorios. La premisa del filme nos sitúa en un momento de búsqueda de paz interior del dios del Trueno (Chris Hemsworth). Pero su retiro es interrumpido por un asesino de la galaxia conocido como Gorr, el Carnicero de Dioses (Christian Bale), cuya misión es la extinción de los dioses. Para combatir la amenaza, Thor solicita la ayuda del Rey Valquiria (Tessa Thompson), Korg (Taika Waititi) y su ex novia Jane Foster (Natalie Portman), quien, para sorpresa de Thor, empuña inexplicablemente su martillo mágico, Mjolnir, como la Poderosa Thor. Juntos se embarcan en una terrorífica aventura cósmica para descubrir el misterio de la venganza del Carnicero de Dioses y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Si de efectos especiales se trata, Marvel tiene una maestría en montajes alucinatorios, que llevados al mundo de Thor se vuelven muy coloridos y apabullantes. Un barullo de luces y chispazos que encantará a la masa fanática, que poco cuestiona los huecos argumentales con tal de un momento de diversión asegurada. Particularmente, dicho factor es el caballo de Troya que hace de Thor: Love and Thunder una cinta especial, abierta a reírse de ridiculeces y apostar al humor como carta segura. Cuando sale del registro que domina a la perfección, se abre una ramificación de problemas en la historia: la parte dramática (que ocupa toda la segunda parte del filme) no termina de unirse con plasticidad en la tonalidad que Waititi plantea. El villano -el mejor personaje de Love and Thunder- encarnado por el oscarizado Christian Bale, es un plus que ayuda en la promoción de un filme que a pesar de sus flaquezas y obviedades, entretiene. Y tranquilos todos los nostálgicos que vayan pensando esta como la última aventura del rubio carilindo: hay Thor para rato.
Un viaje alucinógeno entre la fantasía y la comedia negra Santiago Mitre explora los múltiples cruces que surgen de la mezcla del género fantástico, las historias de amor y la comedia negra, y ofrece un cuarto largometraje que recupera una frescura creativa que yacía dormida desde la excelente El estudiante (2011). Pequeña flor es una historia inquieta que hace de la mixtura de géneros (es una comedia negra encapsulada en un drama amoroso, con un subrayado componente fantástico) un sello de originalidad puro que brilla por sí solo. La adaptación de la novela de Iosi Havillo -guionada por Mariano Llinás y Santiago Mitre, y dirigida por este último- es endiablada, salvaje y divertida, a la par de que sufre marcados altibajos en el ritmo de la historia. José (Daniel Hendler) es un padre primerizo que acaba de mudarse a Francia para criar a su hija recién nacida junto a su mujer (Lucie Vilmala Pons). Un día sin saber por qué, asesina a su nuevo vecino (Melvil Poupaud). A los pocos días su vecino está ahí como si nada. No ha muerto. José entonces, decide ponerse a prueba, y vuelve a asesinarlo. El acto se repite incansablemente y mientras José descarga sus frustraciones en la carne, su matrimonio empieza a resquebrajarse por amenazas externas que alteran el orden de su vida. En el comienzo Mitre plantea un escenario donde la magia domina las reglas del juego y alimenta la ansiedad del auditorio por entender el mecanismo del ritual sangriento, que tiene a José como poseso. La desenfrenada primera parte de la historia da paso a un desparejo segundo acto, más emocional y vincular, donde se aísla la fantasía para indagar en los personajes. El cambio de tonos es brusco y no da lugar a la transición, generando un confuso efecto de grieta en las narrativas; como si hubiese dos o tres películas diferentes donde debería haber solo una. Pequeña flor es como un rompecabezas de mil piezas: es desafiante pero uno no sabe por donde arrancar. El punto fuerte de la película yace en su elenco, liderado por un impecable y muy cómico Daniel Hendler, y en la construcción de personajes fuertes. En cierta forma, el componente fantástico no es más que una persiana de la verdadera trama: una extrañísima y rebuscada historia de amor. Santiago Mitre recupera el buen pulso en la dirección de proyectos, algo que yacía dormido desde la excelente El estudiante (2011), y ofrece una película cumplidora, con algunas aciertos y baches, pero con la sorpresa de lo imprevisible como as bajo la manga.
Las jubiladas también pueden ser detectives La película documental de Brenda Taubin funciona mejor en los momentos de comedia bizarra que en las secuencias dramáticas. Un análisis con lo mejor y lo peor de Telma, el cine y el soldado. El deseo de Telma es tan fantástico como el placer que le genera ir a ver películas con sus amigas. Ella, una mujer de 77 años con dificultades para moverse, ansía reunir a su hija Lili con su primer amor, un soldado de Malvinas con el que se carteó durante el conflicto bélico. Telma, el cine y el soldado, documental de Brenda Taubin, propone un recorrido lineal -con algunos valiosos flashbacks con archivo de la época- por el proceso de búsqueda hasta llegar al gran encuentro, instancia no tan emocionante en pantalla como se anticipaba. Telma es una mujer obstinada que no piensa en renunciar a su tarea, aunque eso le provoca algunos roces familiares (una hija que no aprueba del todo la travesía y un yerno celoso) y trabas en el camino, como lo son el uso de nuevas tecnologías para dar con el paradero del excombatiente Ernesto Antonio Gulla, el "Tano". Sobre él se teje una red de fantasías y cariño sincero por la conexión que sienten Telma y su hija. Son tan dulces y tiernas las proyecciones e imágenes que se hacen estas mujeres, que uno como espectador quiere que les vaya bien. Y aunque la alegría llega durante el clímax, este crítico sintió desolación durante el climax y cierto desencanto. El momento final, donde se cumple la ilusión de la familia de encontrar el rostro que escribió las poderosas cartas, no tiene el matiz emocionante anticipado. Al menos lo que deja ver el documental muestra que el "Tano" no maneja el mismo nivel de entusiasmo que Telma y sus amigas. Esa epicidad dulce que Brenda Taubin logra construir en el relato -en base a una pintoresca historia, de esas que no abundan- no se mantiene durante las escenas finales. Lo que sí es realmente para disfrutar es el buen pulso para la comicidad que tiene Telma, el cine y el soldado (la directora no escatima en secuencias melosas de ternura y humor blanco). Es un cuento bizarro con final feliz.
Centennials en la búsqueda de su identidad El cuarto filme de la directora Inés Barrionuevo es sobrio, aunque también es demasiado reiterativo en los ejes que hacen a su temática de contenido político feminista. La historia de Camila, la joven protagonista de Camila saldrá esta noche -cuarto largometraje de Inés Barrionuevo- guarda semejanza con las vidas y realidades escolares de muchos jóvenes centennials, que viven en un mundo híper conectado y atravesado por luchas y conquistas sociales. La cineasta propone una historia sobria y construye una protagonista fuerte que lleva adelante la trama de coming of age que -por momentos- se vuelve reiterativa. Camila (Nina Dziembrowski) se ve obligada a mudarse a Buenos Aires cuando su abuela enferma gravemente. Deja atrás a sus amigos y una escuela secundaria pública liberal por una institución privada tradicional. Mientras transita la instancia de adaptación a un sistema opresivo que no representa sus ideales, trata de camuflarse en los poquísimos aliados que encuentra en el camino. Falsedades, miradas torcidas de sus compañeros de estudio y un director que en un fingido acto de camaradería le "pide" no usar el pañuelo verde en el instituto, son algunas de las pruebas con las que se topa mientras define su propia identidad. Muy correcta en su eje -el retrato de una generación de adolescentes que bien podría ser la actual- Camila saldrá esta noche no toma el vuelo necesario que le permita salirse de una historia mínima. Algo poco frecuente en el cine de Barrionuevo -Atlántida, Julia y el zorro- siempre cubierto por una bruma de misterio y con historias que complejizan la exploración del descubrimiento y los alcances del deseo. La naturalidad de los jóvenes actores para acoplarse al universo de Camila y el cuidadísimo trabajo de montaje, iluminación y ambientación, son puntos determinantes a la hora de evaluar el filme y hacen la diferencia. Hay una energía de encorsetamiento que no termina de estallar conforme pasan los minutos, pero no la hace una película cuanto menos interesante y con una búsqueda atractiva en la representación de a las nuevas generaciones, con menos prejuicios y estereotipos en materia de descubrimientos corporales y definiciones de identidad.
Los últimos cartuchos de Liam Neeson Muy cómodo en el encasillamiento, Liam Neeson no se anima a salir del bucle infinito de anti héroes renegados que le forjaron un nombre de peso en el cine de acción. A esta altura de su trayectoria -y después del boom de taquilla que generó la trilogía Búsqueda implacable- es imposible no asociar a Liam Neeson con el género de acción. La paleta interpretativa es siempre la misma y sin importar cuál sea la aventura en cuestión el anti héroe renegado hace acto de presencia en la pantalla grande para reventar cráneos, repartiendo trompadas y quemando amenazas. Asesino sin memoria no sale de la fórmula comentada, a pesar de reunir un atrayente elenco y regalar un par de tímidos esbozos de creatividad, que buscan salir de lo trillado. Luego de rechazar un trabajo para una peligrosa organización criminal, un asesino de gran reputación (Liam Neeson) se convierte en objetivo. Para evitar ser cazado, Alex deberá descubrir quiénes le pusieron precio a su cabeza. El problema adicional es que este asesino está lidiando con dificultades en su memoria y estas ponen en riesgo cada uno de sus movimientos. Desde el inicio se genera un problema de credibilidad con el conflicto a desarrollar (los problemas de salud del sicario) y aunque los diálogos bobos poco ayudan a intensificar el drama, ver a Neeson achurando villanos anula cualquier interés por el personaje. El problema central de Asesino sin memoria reside en la cantidad desmedida de minutos que usa para entrelazar todas las líneas argumentales en una sola que dé sentido a la película. Es un proceso largo y tedioso hasta la explosión de acción. Por otro lado, Guy Pearce y Monica Bellucci, talentosas estrellas de cine, recitan sus líneas como robots sin sentimientos y refuerzan el tono monocorde de la historia. Sobre el final, el director Martin Campbell toma un camino inesperado y el interés se renueva. Son pocos minutos que levantan una trama defectuosa y la convierten en un entretenimiento aceptable. Si está hambriento de filmes de acción y o es fanático/a de Liam Neeson puede ir tranquilo al cine: a fin de cuentas, es casi la misma vieja y repetida fórmula con un título diferente.
Un delirante viaje por el ego de Nicolas Cage El peso del talento, divertida y creativa película de Tom Gormican, demuestra que Nicolas Cage siempre fue una gran estrella de Hollywood a pesar de algunas malas críticas. Entre los '90 y principios del 2000 Nicolas Cage protagonizó una seguidilla de largometrajes exitosos y con buenas críticas que lo posicionaron como una de las estrellas más taquilleras del cine de acción. El "método de actuación Cage" -que para algunos puede resultar un tanto excesivo- se convirtió en uno de sus sellos autorales y le permitió explorar facetas más dramáticas que lo sacasen del encasillamiento (también, hay que decirlo, le valieron algunos memes). Entrada su etapa de maduración actoral, decidió optar por producciones de menor presupuesto y bajarse del tren hollywoodense, hasta la aparición del director Tom Gormican en su camino. El peso del talento es una delirante aventura que demuestra que sin importar los años que pasen, el Nick Cage rudo, de clásicos como Con Air o Contracara, siempre tendrá un lugar en el corazón de la cinefilia. Nicolas Cage está en crisis. Creativamente insatisfecho y enfrentando la ruina financiera mientras sueña con ser convocado por Quentin Tarantino para un proyecto cinematográfico. No es su único problema: la relación que mantiene con su hija adolescente es tensa. Para solucionar sus deudas, Cage acepta una oferta de un millón de dólares para asistir al cumpleaños de un millonario superfan, Javi Gutierrez (Pedro Pascal). Pero cuando una agente de la CIA (Tiffay Haddish) lo recluta para atrapar una banda criminal, el actor se verá obligado a revivir sus mitológicos roles como héroe de acción para salvarse a sí mismo e impedir la muerte de sus seres queridos. Al principio puede costar entrar en el juego que propone El peso del talento -un filme que explota la veta egocéntrica de Cage con muchísimo humor y chistes autorreferenciales- pero entrados en el eje conflictual es imposible no seguirla viendo y celebrar cada broma absurda del guión. Nicolas Cage se ríe de Nicolas Cage y de los caminos vanidosos que lo siguieron durante su carrera, obteniendo una película que está destinada a convertirse en un nuevo hit de la nueva comedia americana. La película de Tom Gormican funciona en varios frentes: aquellos que no sigan el trabajo del actor, encontraran una muy divertida comedia (aunque se les escaparán algunos latiguillos) y el fandom de Nicolas Cage la sentirá como una caricia al corazón y una experiencia de dulce nostalgia que puede lograr que se piante un lagrimón en el cine.