CIENCIA Y ESPECTÁCULO
El camino del director platense Hernán Moyano no será eterno, como el del título de su nueva película, pero sí que es bastante particular: con un origen como productor, editor y guionista en el universo del incipiente cine de terror argentino de comienzos de siglo, a partir de su carrera como director mostró una curiosidad que lo ha llevado a explorar cuestiones de formato y técnicas de filmación, como en la serie animada Belisario o este El camino eterno, ambos desarrollados en formato fulldome para la exhibición en cúpulas de planetarios. Lo singular de este documental, y la demostración de que estamos ante un material maleable y líquido, como esa galaxia que registra con especial delectación, es que este estreno en salas convencionales requirió ciertas modificaciones narrativas y técnicas que no le hicieron perder nada de su poder.
La película se construye desde una mínima premisa: un astro-fotógrafo que recorre los observatorios dispuestos a lo largo y ancho del país con el fin de obtener la mejor imagen del cielo estrellado. Si la película es producida por la Universidad Nacional de La Plata con el objetivo de difundir la actividad y llevarla a públicos más amplios, Moyano tiene un par de aciertos mayúsculos: si estamos ante una película por encargo que tiene un objetivo claramente didáctico, el director se las arregla para que su película tenga un carácter personal y cinematográfico, y además para que lo educativo no se trasmita de forma escolar. El camino eterno evita las declaraciones con busto parlante y la información se trafica a través de una voz en off que a veces peca de demasiado literaria, pero que nos envuelve como si fuera un cuento mientras seguimos el relato como si se tratara de una road movie.
Un riesgo que corría el documental en el traspaso de su exhibición en fulldome a la sala de cine convencional, era perder algo de su esplendor visual. Si el objetivo principal del formato es aprovechar la espectacularidad de las imágenes y apostar por la experiencia sensorial, Moyano sabe que ahora su película construye otro vínculo con el espectador. Y si bien lo maravilloso está, no se engolosina con su preciosismo cuando bien podría haberse resumido a mostrar cielos estrellados y dejarnos con la boca abierta. El camino eterno es antes que nada una película sobre el hecho científico, sobre la historia de la ciencia en el país y sobre la importancia de la ciencia como herramienta para interpretar aquello que nos resulta incomprensible.