Otra más (¡puro azar!) sobre la paternidad, otra con Martin Sheen, aquí dirigido por su hijo Emilio Estévez. Un señor se entera de la muerte de su hijo en los Pirineos y decide llevar las cenizas por el Camino de Santiago. El camino será dramático pero no trágico, con tristezas pero no exento de humor; religioso, pero en un sentido mucho más aventurero que místico. Si el film no es del todo bueno es por tratar de incluir demasiados tonos en secuencias donde quizás no es necesario. Pero se trata de un drama plácido y agridulce, otro ejemplo de la vieja “Americana”.