Estevez Unidos
En los años 80 fue un ícono de la juventud rebelde. En los 90 jugó al policía en varias oportunidades. Sin embargo, mientras seguía trabajando en películas clase B, mientras su hermano Charlie, la pegaba en comedias, Emilio Estévez encontró en la dirección cinematográfica, un camino alternativo para expresarse artísticamente. Sus primeras películas no tuvieron demasiada difusión. Tengo un vago recuerdo de la comedia Hombres Trabajando que hijo junto con su hermano. Una buddy movie más.
Pero Emilio, encontró en el cine Indie un espacio, un lugar. Hace 5 años, Bobby, una ambiciosa apuesta por reconstruir el momento en que fue asesinado Robert Kennedy a través de una historia coral de varios personajes, que fueron testigos del mismo hecho, despertó críticas positivas. Es que más allá de sí eran atractivas o no cada una de las anécdotas que narraba, el elenco que se prestó a formar parte de esta película era espectacular. Dificil poder reunir a tantos actores de primera línea todos juntos. Con algunos momentos edulcorados y otros que generaban tensión, Estévez demostró que podía destacarse dentro de la cinematografía de Hollywood. Es que Emilio tiene casi 50 años y ha madurado como artista.
Reflejo de esto es El Camino. Co producida en España, con Julio Fernández (socio de Brad Anderson), narra la historia de un renombrado oftalmólogo estadounidense viudo, Tom, que tiene una relación distanciada con su único hijo Daniel. Cuando este aparece muerto en los Pirineos, Tom se traslada a Europa, donde se le comunica que falleció cuando empezaba a realizar el Camino de Santiago de Compostela. Se trata de un perenigraje que empieza en Francia y termina al Sur de España. Los peregrinos realizan 800 km a pie, parando en diversos hostels entre España y Francia. Turistas de todo el mundo lo realizan todos los años. Alguno tienen una búsqueda espiritual, otros, religiosa. Algunos lo descubren en el camino. Tom se propone llevar las cenizas de Daniel hasta la catedral de Santiago de Compostela y terminar el viaje que empezó su hijo.
Estévez podría haber hecho un film netamente sentimental y golpe bajista, pero en cambio opta por narrar una road movie clásica, honesta sin perder de vista temas básicos como la redención, las segundas oportunidades, el “nunca es tarde” para hacer lo que no se hizo. Es un film espiritual pero no religioso. Un recorrido geográfico pintoresco, donde aprovecha los paisajes para brindar encuadres hermosos fotografiados por Juan Miguel Azpiroz, colaborador habitual de Julio Medem. El Camino no tiene la pretensión filosófica de otras road movies recientes como Hacia Rutas Salvajes de Sean Penn, sino que se ata a una estructura clásica.
El personaje de Tom debe vencer diversas arbitrariedades. Tiene casi 70 años, pero buen estado físico. Las principales adversidades son internas. Prejuicios y culpa, descubrir sus emociones. Pero no se trata de un viaje introspectivo. Tom encuentra tres personajes, que al igual que él, viajan hacia Santiago de Compostela por motivos que no se relacionan con la religión: Joost es un holandés que desea perder peso para volver a acostarse con la novia; Sarah es una canadiense que quiere dejar de fumar y Jack es un escritor irlandés en busca de inspiración. Este personaje está inspirado en Jack Hitt, autor del libro en que se basó Estévez para escribir el guión.
Gracias a estos personajes, la película incorpora un necesaria cuota de humor que le quita la solemnidad y el dramatismo al viaje de Tom. Joost funciona como un cómic relief. Al igual que Jack. Sarah como un posible interés romántico. Pero Estévez, por suerte decide evadir completamente esta dirección para centrarse en la moralina relacionada con la amistad. La manera en que la compañía genera esperanza.
Estévez eligió un elenco que provoca empatía y tiene buena química entre sí. Es notable que la relación de los personajes dentro de la pantalla se tradujo fuera de la historia, permitiendo que en el final del viaje, los mismos tengan una amistad verosímil. Ayuda, también que el director interprete a Daniel, y Tom, sea su padre Martin Sheen. A los 72 años, el protagonista de Malas Tierras y Apocalipsis Now se carga la película a los hombros con sobriedad. Hace un gran trabajo físico y emocional. Creíble. El hecho de verlo al lado de Emilio permite creer en la breve relación padre-hijo que se construye. En parte, porque Emilio tiene la misma cara de Martin. Sus amigos en la travesía conforman un elenco sólido: Deborah Kara Unger, James Nesbitt, Yorick van Wageningen. Solamente, el actor irlandés tiene momentos un poco eufóricos, que desatinan con el tono del resto. Es poco pero efectivo el aporte de Tchéky Karyó y una avejentada Ángela Molina.
No se oculta, que detrás de la historia hay un mensaje propio de la religión católica, pero tampoco ocupa tanto protagonismo. Lamentablemente, la banda sonora subraya demasiado el mensaje. Es un viaje agradable y dinámico. Más allá de algunos clisés, estereotipos y lugares comunes, El Camino deja un sabor agradable.