Esta película retrata una expedición sueca de los años ‘20 realizada por el coronel Gustav Emil Haeger, a partir de la ruta definida tras los senderos indios del río Pilcomayo. La épica travesía fue filmada en registro mudo por el contingente sueco en Formosa, y el retrato aquí perseguido elige poner en tensión aquel pasado con el momento presente. Se recurre a diarios manuscritos escritos en idioma sueco antiguo, traducidos al español; los cuales se conforman en columna vertebral de la película. Encontrando en la improvisación una gran aliada, el guion de montaje reescribe completamente la película, brindándole vital orientación. El propio recorrido a la hora de investigar y documentar, confronta lo que podían haber sido aquellas inhóspitas geografías. A fin de cuentas, al viaje físico siempre acompaña otro interior. Y es en este viaje en donde uno se interna, dispuesto a perderse de toda lógica impuesta. El cineasta recompone caminos, pisa territorios desconocidos. En algún punto, importa más sortear el trayecto que llegar, y es aquí donde “El Campo Luminoso” se focaliza, en el deber de rehacer en el hoy la etnografía de aquel Chaco formoseño. Tres años de trabajo totalizan una obra hábil en plasmar las contradicciones y complejidades de una intrincada aventura: problemas climáticos y encuentros con animales salvajes ilustran lo dificultoso de aquella lejana gesta del siglo XX. Para el director Cristian Pauls, la idea germinal de un trayecto que vincula y coteja recorridos y tiempos cronológicos, resulta una forma de también mirarse a sí mismo. Un ejercicio de puesta en abismo que ofrece, a la vez, un fascinante estudio de espacios y antropologías, comprendiendo la importancia del pasado y como este opera en el presente. Pauls indaga en tradiciones borradas, se adentra en el misterio de aquellas originarias comunidades en relación. En cada plano, en cada encuadre, en cada silencio, aflora un sentido. ¿Será que filmando su objeto de estudio se filma a sí mismo?