En este último trabajo de Cristian Pauls parecieran fusionarse las estrategias del documental etnográfico y el diario de viaje o bitácora, configurando una narración que por momentos permite hacer audible la voz de la producción, la voz del presente y, en otros momentos, parece correrse para dar lugar a otra visión histórica.
Por un lado, tenemos el relato de aquella expedición sueca encabezada por Gustav Emil Haeger. Los objetivos de esa misión parecían ser el de instalar colonias, ver qué opciones había para la explotación de recursos y, por supuesto, realizar un registro fotográfico y filmográfico de las tierras habitadas por la comunidad Pilagá. Ese material luego fue reeditado en 1948 por William Hansson y Mauricio Jesperson, camarógrafo y guía respectivamente de la expedición original de la década del 20. Su estreno en pantalla grande llegó dos años después al mercado sueco.
Por otro lado, está el relato del documentalista, quien realiza el mismo trayecto de Haeger 100 años después para reencontrar esa misma comunidad. Se interroga sobre la relación que los pilagá mantienen con su lengua, con su espacio, con sus ascendentes. Pauls confronta lo que ve con las imágenes que construye esa voz en off sueca que intenta describir un mundo inhóspito.
Ambos relatos hablan indirectamente de la relación que puede establecerse con el otro, entendiendo al otro aquí como diferente, extraño, ajeno. Este aspecto, así como el formato de diario íntimo, recuerda un poco aquella aventura que realizara Lévi-Strauss en la década del 40 en su contacto con los mbyá guaicurú en el Amazonas profundo. Esa experiencia, que luego sintetizó sus resultados en la década del 50 bajo el título de Tristes trópicos fue importante para las ciencias sociales por motivos que no interesan aquí, pero uno de los aspectos problemáticos que Lévi-Strauss encuentra en las comunidades es cómo se construye la memoria y el traspaso de la tradición de una generación a otra. Por otro lado, cómo nos acercamos a aquello que queremos conocer.
El resultado es una película visualmente impactante en la que la inmensidad del territorio se topa cada tanto con el detalle del archivo histórico. Pasado y presente, el mundo y el hombre, lo gigante y lo pequeño. El campo luminoso es, por lo tanto, un trabajo de investigación doble. Por momentos puede ser que resulte un tanto extenso pero se trata de una pesquisa difícil de sintetizar y en la que el realizador apuesta sin escatimar planos, imágenes ni escenas.
EL CAMPO LUMINOSO
El campo luminoso. Argentina, 2022.
Dirección, guion, fotografía y producción: Cristian Pauls. Edición: Luisa Paes, Ignacio Masllorens y Cristian Pauls. Sonido: Joaquín Rajadel y Paula Ramírez. Música: Richard Wagner. Duración: 127 minutos.
Reseña publicada por la autora en oportunidad de la cobertura de la 22da. edición del Bafici.