Con una pareja protagónica de gran expresividad, El campo es un film nacional de sólida manufactura que logra atrapar al espectador, aún adoleciendo de una clara línea narrativa. Su trama está sostenida por buenos diálogos, logradas situaciones dramáticas e intensos climas, aciertos que sin embargo no desembocan en un conflicto argumental concreto. El problema esencial que presenta la película, con su sucinta historia de una pareja urbana y su nenita
que se mudan al campo de un tirón, es el hecho de plantear amagues genéricos que no se cristalizan. Porque el cineasta Hernán Belón, en su primer largometraje de ficción, apela a recursos del suspenso y el terror que no tienen mucho que ver con las intenciones generales de la narración y que no se sustentan.
Belón, con dos excelentes trabajos previos como para mencionar como el histórico cortometraje de los 90 Aluap y el formidable largo documental Sofía cumple 100 años, consigue de todos modos una gran semblanza psicológica de una pareja en crisis. Un párrafo aparte merecen las espléndidas tareas de Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi, él exacto en cada mirada y cada frase y ella enigmática y de gran energía gestual. La niña Matilda Manzano es un prodigio, mérito atribuible a la coach infantil María Laura Berch.