Lejos del mundanal ruido
Sólido drama con Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi.
Para Santiago y Elisa, la posibilidad de irse “a vivir al campo” parece la mejor opción para este momento de sus vidas. Padres de una niña pequeña, suponen que encontrarán allí un remanso, un lugar calmo para criar a su hija lejos de la furia y las tensiones de la gran ciudad. Pero tan sólo al llegar allí se dan cuenta que las cosas no serán tan sencillas. El caserón al que se están mudando está bastante destruido y no es ni cómodo ni cálido. Y por más que Santiago intente demostrar que él será capaz de transformar ese ambiente tirando a hostil en un paraíso familiar, Elisa empieza a deprimirse y a sentir no sólo que se han equivocado en la decisión, sino que hasta algo extraño podría estar pasando allí y en los alrededores.
En El campo , el director y coguionista Hernán Belón se maneja en el límite entre el drama y el terror psicológico, bordeando un territorio cercano al de Roman Polanski pero prefiriendo el tono menor y evitando casi todo efectismo de género. Con algunas señales externas equivocas (el sonido es un aporte fundamental), Belón intenta hacernos experimentar como una progresiva perturbación psicológica pone en riesgo a una familia, a partir de un enfrentamiento con la naturaleza (tanto la del campo, como la de la propia naturaleza humana) con la que el hombre y la mujer toman diferentes posturas. O bien, porque se topan con sus miedos más profundos y previos.
Es Elisa (Dolores Fonzi, una presencia siempre intensa en la pantalla) la que lleva el peso de esa perturbación. Lo suyo puede ser frustración habitacional, dificultades con la maternidad o fricciones matrimoniales, pero también Belón deja entrever que los ruidos pueden ser reales, que hay personajes que pueden tener extrañas intenciones y que, más que nada, Eli no estaba realmente preparada para enfrentarse a tamaños cambios.
Santiago (Leonardo Sbaraglia, más controlado, como su personaje lo requiere) puede parecer el hombre aventurero y emprendedor, pero también deja entrever una zona oscura, terca, hasta violenta; le cuesta ceder a los reclamos de su mujer y entender que tal vez ese sueño de irse al campo sea suyo y de nadie más.
Uno podría esperar que el ritmo y la tensión se intensifiquen aún más con el correr del relato, pero el nervio de la película no pasa jamás por el impacto y la búsqueda del shock. Así, esta película ominosa, sugerente, muy bien fotografiada por Bill Nieto, se agrega a la lista de promisorias operas primas del cine nacional, ya que al menos en el terreno de la ficción Belón es un debutante. Presentada en el pasado Festival de Venecia, premiada en varios encuentros internacionales, El campo seduce con la idea de que la violencia y el temor pocas veces están en el afuera. Se llevan como marcas en la piel.