Cantando bajito me voy para el campo
Eliza (Dolores Fonzi) y Santiago (Leonardo Sbaraglia) van en un auto, junto con su hija en el asiento de atrás. Conducen de noche por una carretera hasta llegar a una casa de campo. Abren la tranquera y parecen haber llegado al punto de destino.
¿Descanso del stress de la ciudad por unos dias?
¿Un fin de semana (largo) lejos de la rutina?
¿Visitarán algunos amigos?
A la siguiente escena nos daremos cuenta que no pasa nada de eso.
Pareciera que Santiago y Eliza están transitando ese momento preciso en que quieren dar una vuelta de página, arrancar nuevamente su historia ahi, en esa casa de campo que compraron por algunas fotos que vieron y se lanzaron a la aventura. Una casa completamente alejada de todo. Algo que a primera vista se presenta como idea para poder empezar de cero.
El guión de Hernán Belón y Valeria Radivo elige contarnos la historia, desarrollando diferentes situaciones de la pareja -los vinculos de cada uno con su hija, su intimidad, la llegada al lugar, sus inquietudes- pero sin poner demasiadas palabras para dejar expresamente citado nada.
Es básicamente el gran mérito de la película, el hecho de ir entretejiendo muy sutilmente el entramado de esta pareja a modo de un collage con las sensaciones de cada uno de ellos. Cómo perciben el lugar, la casa, el nuevo entorno, este nuevo territorio en el que comienzan a jugarse situaciones nuevas y otras ya muy conocidas por ambos se reviven, sólo que en un nuevo escenario.
A primera vista, para Santiago, todo parece ser para mejor. Es imposible que este proyecto haya sido generado sin su fuerza. Y aún cuando la casa está completamente abandona, con muchos arreglos para hacer, poco acogedora sobre todo para ir en una época de invierno y con una criatura, aún cuando el ambiente no parece ser el adecuado, su interés por apostar a ese nuevo proyecto como salvataje es evidente. Hace grandes esfuerzos por convencer a Eliza que será lo mejor para ellos.
Eliza -que es claramente el personaje al que el guión atiende constantemente y sobre el que recarga el peso de la trama-, por su parte, deposita en esa casa todos sus miedos, su ambivalencia, sus imposibilidades, su inseguridad. Para Eliza el campo se presenta agresivo, salvaje, un terreno plagado de incertidumbre.
Y hasta los vecinos que puedan llegar a acercarse (un interesante trabajo de Pochi Ducase como la vecina) le plantean una desconfianza, llegan a desestabilizarla, la enfrentan con sus partes más oscuras.
El aire que se respira en "El Campo" es un aire de tensión, casi de peligro permanente.
En cualquier momento alguna de sus criaturas pareciera que van a ser surcadas por la tragedia y eso es lo que mantiene en vilo al espectador.
Se respira un aire enrarecido, un extraña violencia -que pareciera ya conocida por la pareja en su manera de vincularse- que se desata solapadamente en algunas situaciones, aún cuando en la superficie y en algunas otras escenas, pareciera que reina la armonía.
Dosificando los elementos que muestra y en función a que cada espectador pueda ir armando con su propia mirada ese nuevo mapa, el guión y la dirección de Belón tiene un fuerte apoyo en dos actuaciones impecables.
Leonardo Sbaraglia como Santiago transmite esa fuerza de encarar un nuevo proyecto, de salvar sus afectos y darle curso a su vida aún cuando percibe que quizás pueda estar equivocado. Construye a Santiago con esa violencia contenida frente a algunas cuestiones con Eliza mientras y a su vez, un hombre que despliega muchísima dulzura en el vínculo con su hija (son realmente notables algunas miradas y gestos de Matilda Manzano en algunas escenas que comparten).
Pero el lucimiento, con mayores matices -como ya fuera apuntado desde una mirada más compleja que le aporta el guión-, con muchos más repliegues, con una constante ambivalencia es la Eliza de Dolores Fonzi en un punto de madurez como actriz, notable para su carrera. Temerosa en ese ambiente que le resulta sumamente hostil, que la angustia y la atrapa, liberada en sus momentos de "locura", sumisa ante la violencia escondida de los otros personajes se permite habilitar varios registros y todos los transita con mucha convicción y con un rostro sumamente cinematográfico que la cámara sabe destacar.
Con un amplio recorrido por diversos festivales (Venecia, Settimana della Critica / Mar del Plata 2011, en Competencia latinoamericana Premio Feisal (Mejor director) / Amiens, Competencia oficial Premio especial del jurado y Premio Mejor Actor para Leonardo Sbaraglia / Flandes, Premio Mejor Sonido / Reikjavik, Selección Oficial / Muestra de cine Argentino de Leipzig, Primer premio (Mejor película) / Doha, Competencia Oficial / La Habana, Panorama Latinoamericano / Trondheim, Selección Oficial / Ultrech, Selección Oficial / Málaga, Competencia Latinoamericana) "El Campo" se convierte en un pequeño ejercicio cinematográfico notable, delicado.
Una historia que permite varias lecturas desde la conquista de un nuevo lugar hasta la radiografía de una pareja en crisis que apela a esa casa, ya destruida, para volver a recomponerse. Y Belón logra transmitirnos toda esa complejidad ante la tomar de una (o más) decisiones de las que en el momento de tomarlas, parecen trascendentales.