Refugio engañoso para una crisis conyugal
Una crisis conyugal puede representarse de varias maneras. Hernán Belón, medianamente novato en el cine ficcional, pero hábil observador, como lo prueban sus documentales con historias de personas anónimas, desarrolla su propia forma apoyado en un buen equipo, un reflejo condicionado del público ante las casonas apartadas, y dos intérpretes hábiles para sugerir con mínimas expresiones más de lo que dicen. Puede objetarse un par de escenas artificiosas, pero no mucho más.
Con el equipo, Belón logra climas inquietantes sin salirse de lo natural, ya que quiere acercarnos a la mente de alguien que percibe peligros donde los otros no ven nada raro. Con el público empieza un diálogo cómplice: sabemos que en las películas, si una pareja con hijita que ya camina se instala en una casa alejada, descuidada, en pleno invierno, o la casa o el campo circundante encierran cosas feas, o la cabeza de alguien funciona medio torcida. Ni qué hablar del aporte que hacen Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi, que casualmente el sábado pasado se ganó el premio a mejor actriz latinoamericana en Málaga por este personaje. Completan el reparto la pequeña Matilda Manzano como encantadora nena en peligro latente, y Pochi Ducasse con Juan Villegas como los inocentes vecinos bonachones o los vecinos perversos y entrometidos, según quien los vea.
Y quien los ve es la mujer que detesta el campo y anda paranoica con cualquier cosa: una sombra, un ruidito, la falta de ruiditos, la soledad, la lejanía, en fin, el campo no es para todos y menos en invierno. El hombre metió la pata comprando esa casa, y sospechamos que la mujer es de esas manejadoras que dejan que el marido meta la pata para después victimizarse, acusarlo ad eternum y salirse con la suya haciéndose las buenitas. Los problemas ya venían de antes, y la ilusión de solucionarlos refugiándose en un ámbito bucólico va a hacerse añicos. Y nosotros veremos cómo ocurre, y a quién beneficia.
Pero antes, también veremos unas cuantas escenas de sexo, porque es sabido que las parejas jóvenes emplean esa agradable forma de comunicación cuando quieren resolver algún problema, y también cuando no tienen ningún problema. Y éstos tienen varios, incluyendo uno que anda en dos patitas y arriesga meterse en berenjenales.