Film de terror irlandés que trae otra historia de fantasmas con apariciones que repercuten en la vida de un matrimonio con un hijo pequeño. Todo el clima logrado al comienzo se pierde y remite a títulos como "La llamada".
Una historia de fantasmas que trae presencias siniestras del pasado que repercuten en el presente de un matrimonio y su pequeño hijo es el motor de El canal del demonio, la película irlandesa escrita y dirigida por Ivan Kavanagh.
David -Rupert Evans-, un archivista de películas, descubre que su casa fue el escenario de un crimen cometido en el siglo pasado, y su vida comienza a resquebrajarse rápidamente: su esposa lo engaña y ahora está convencido de que oscuros espíritus que habitan en su casa están relacionados con lo que está ocurriendo.
El director juega con la tensión y con la locura que se va adueñando del protagonista en esta historia que comienza de manera atrapante, creando los climas adecuados para asustar al espectador -se perciben ciertos parecidos con el cine de Mike Flanagan- pero el segundo tramo pierde intensidad y no disimula influencias de La llamada.
El film se mueve entre el aspecto sobrenatural, la condena moral a la infidelidad y el aporte macabro en los minutos finales, pero lo conseguido en la primera mitad, luego se desvanece y huele a algo ya visto muchas veces.
Tampoco se le puede negar al film la intención de hacer algo diferente con un sello personal, alejado de las grandes producciones del género, o la calidad de los rubros técnicos. En ese sentido, el acierto se ve en las locaciones: la secuencia escalofriante desarrollada en el baño público luego de que David descubre el engaño de su seductora esposa y el canal al que refiere el título, con sus aguas profundas, oscuras y peligrosas, se convierten en los escenarios donde la muerte dijo y dice nuevamente presente.
Tampoco faltará la investigación policial de turno, las dudas y la confusión que genera en el público la pesadilla por la que atraviesa David, un personaje bien encarnado por Evans. No es una mala película, pero podría haber alcanzado pìcos más intensos con su inquietante planteo.