David Williams es un archivista de films documentales que azarosamente descubre las crónicas de un hombre que en 1903 asesinó a toda su familia. Paralelamente, se muda con su mujer y su hijo a un amplio caserón de Dublín, y cuando revisa las cintas por segunda vez, descubre que acaba de mudarse a la casa del asesino. Es un inicio más que obvio, torpe; cae de maduro el rumbo de la historia, pero los estilizados toques del realizador Ivan Kavanaugh hacen que este film de horror irlandés salga a flote con eventuales hundimientos. Una noche, a la vuelta de su casa nomás, bordeando el mentado canal, David descubre a su esposa haciendo el amor con un extraño; lo próximo que recuerda es haber vomitado en el retrete público, junto al canal, mientras el fantasma del asesino lo espía y le golpea la puerta. Y su mujer desaparece. David dirá a la policía que no sabe nada, hasta recordar que aquella noche vio al asesino de 1903 tirando a su mujer al canal. ¿Era el fantasma, era él en plan psicótico? ¿Ve visiones o miente descaradamente? Mezcla de El resplandor, horror gótico y una pizca de terror japonés, El canal del demonio tiene todos los clisés pero contrapesa el déficit con buenas locaciones y logrados clímax.