Hay personas que en la adolescencia y luego en la facultad, tal vez acompañando a alguien, ingresan al centro de estudiantes. Otros comienzan a militar en algún partido político porque están convencidos de las bases que predican, de lo que se puede hacer, etc. Muchas veces también dicen que lo hacen por vocación, pero en el caso tratado en su segundo largometraje Daniel Hendler aborda la temática de la “construcción” de un candidato a diputado llamado Martín (Diego De Paula), quien no tiene ideología política, ni un partido que lo represente, ni siquiera una propuesta, aunque sea de las más populares y que siempre queda bien decirlas. Sólo se candidatea porque es rico, está aburrido de su actividad, y no tuvo mejor idea que crear una agrupación política, con personería jurídica, para intentar ser elegido en las próximas elecciones.
Su equipo de trabajo está conformado por siete personas, que son convocadas por el interesado a pasar un fin de semana en un antiguo casco de estancia de su propiedad, que tiene todas las comodidades como para desarrollar un plan y crear una idea innovadora del perfil del candidato.
En clave de comedia se desarrolla este film, que está llevado al otro extremo de lo que suponemos son las reuniones para candidatear a alguien.
Aquí roza lo absurdo, en especial el protagonista y uno de sus colaboradores que se dedica a diseñar en la computadora logos e imágenes animadas para la campaña, que cuando hablan con un tono monocorde, tranquilo, delicado, llega un momento que exasperan con su decir.
El armado de la estrategia de la imagen del empresario se desmorona, cuando hay dos personas del equipo que espían a su jefe.
Aquí radica un error en la estructura del guión porque nunca se sabe a quién responden esos “infieles”, y si no hay información previano se justifica lo que pasa en el resto del relato, porque la historia vira hacia otro tipo de género y Martín sigue tan relajado como siempre.
La idea primogénita es original, tiene ritmo, se convierte en una sátira a lo que es el mundo político y partidario, donde se destacan los personajes de Laura (Ana Katz), como la coordinadora del grupo, y Sebas (Alan Sabbagh) que es el encargado de llevar y administrar las redes sociales del futuro político.
Definitivamente es una película que ridiculiza a los políticos y a los que quieren serlo. Hay momentos que llegan a irritar ciertas situaciones y lo que provoca el desenlace de este film es uno de ellos.