En su segunda película como director, el actor uruguayo Daniel Hendler entrega una sátira política tan valiosa como original. El Candidato es también un thriller, y también una comedia, negra y amarga, que se ríe, con un humor absurdo -capaz de mantener la sorpresa y el desconcierto a lo largo de sus 82 minutos- de los peores vicios de la política de esta parte del mundo, probablemente más uruguaya que argentina, con ese candidato de la oligarquía rural llamado Martín (Diego de Paula) que bien podría ser del Partido Blanco, un tipo con pocas luces y ninguna vocación, excepto el de su propio sueño de gloria. Hendler reunió, en una casona rodeada de parque, a un estupendo elenco uruguayo-argentino (Ana Katz, Alan Sabbagh, Roberto Suárez, Verónica Llinás) para interpretar a los integrantes del equipo de campaña de Martín. Todo, desde el principio, es absurdo, con reuniones de lluvia de ideas que giran en torno al canto de un pájaro que identifique al producto político o el tipo de árbol que hay que elegir para un logo. No hay, en toda la película, referencias a algo que suene a contenido, a programa político real. El desarrollo deriva en una rara comedia de enredos, que va revelando subtramas ocultas, lealtades y personajes que no son exactamente lo que parecen. Todo mientras el impávido candidato sigue escuchando ideas sobre cuál es su mejor perfil. Comedia excéntrica entonces, disparatada pero al la uruguaya: acotada, sobria, implosiva, El Candidato divierte, sí, pero menos de lo que cree. Acaso, su mayor logro está, justamente, en lo inclasificable de la propuesta misma, una mirada poco convencional a las rancias convenciones que llevan a la fabricación de un político latinoamericano.