Las apariencias siempre engañan
Cargada de premios David de Donatello (una especie de Oscar italiano) de hace dos años, El capital humano acumula en su complejidad narrativa más de una feroz crítica a la crisis económica y moral de la Italia del Primer Mundo.
No la del sur del país ni aquella que sobrevive en los márgenes de las grandes ciudades. Como si se tratara de un discípulo ideológico que fusiona las intenciones de Pasolini con las de Nanni Moretti, pero sin el alcance alegórico del primero ni buceando en el anarquismo visceral del segundo, Paolo Virzì construye un relato que disecciona a dos familias unidas por un hecho trágico. La mirada del director profundiza su crítica demoledora a las figuras de los padres, posibilitando un rescate moral hacia los hijos adolescentes supeditados a las decisiones e indicaciones de los mayores. El pretexto argumental es un accidente en las vísperas de Navidad cuando un ciclista agoniza en un sanatorio al ser atropellado por un auto último modelo. Dos familias circundan el caso: en un lado, la riqueza económica que representan los Bernaschi, como claro reflejo de la derecha racista y xenofóbica que aplaude las proclamas del ex mandatario Silvio Berlusconi; por el otro, el clan que gobierna Dino Ossola, preocupado por las inversiones a futuro, al todo o nada en una sociedad en crisis. La estructura narrativa de El capital humano se divide en cuatro segmentos: los tres primeros capítulos se designan con nombres propios, en tanto el último, refiere a la acción, a la postura moral del director y de sus personajes. De allí que lleve el título del film.
Virzì articula una mirada política que va más allá del texto de barricada y de la frase altisonante. Describe en buena parte y deja que el espectador acumule la suficiente información para el análisis. En un punto, El capital humano es un film de denuncia pero no un ejemplar un tanto demodé, sino la puesta al día de una sociedad hipócrita, que intenta disimular su ostentación económica a través de un falso altruismo. La frágil fachada de una Italia en crisis provocada por un capitalismo terminal donde el director coloca un bisturí profundo y contundente.