Cierto encanto burgués
El capital humano es de esas película que generan, incluso entre nosotros los críticos (sobre todo entre los críticos), algunos amores simplistas de clase media y algunos odios marxistas de clase media. Desde aquí en un principio diremos que su director Paolo Virzì parece tener las pretensiones filosóficas y misantrópicas de González Iñárritu, pero que logra apartarse lo suficiente de ese camino como para que finalmente su película sea tolerable. De hecho, el film comparte la estructura de las primeras películas del director de Birdman, aquello de las historias individuales que confluyen en una tragedia.
El capital humano está dividida en cuatro capítulos, donde lo que fundamentalmente cambia es el punto de vista, y donde también se explicitan los puntos de contacto de las historias. Este artilugio narrativo viejo y gastado a veces es efectivo, otras veces una mera arbitrariedad. Digamos que al director le sirve para ordenar lo que quiere contar y también para ajustar el tono de lo que está narrando. Hay un movimiento cuanto menos atendible en la película, cuyo primer capítulo es de un tono burlón y despojado que luego va mutando en un melodrama un poco demasiado solemne, que a pesar de todo no aburre ni indigna en su bajada de línea políticamente correcta.
Se le puede achacar a Virzì que sus personajes sean un poco unidimensionales o demasiado arquetípicos, lo cual es cierto en tanto a los personajes negativos sobre los cuales la tesis misantrópica de la película caerá sin clemencia. Pero cuando debe hablar de los jóvenes, o de cierta psicóloga sensible, se filtra en la mirada del director cierta esperanza, que sin ser una línea ultra-pogre, va en contra de la mirada prejuiciosa que tiene sobre los personajes más odiables. Por otro lado, hay que subrayar el desprecio del director por la historia del personaje que es la víctima de la tragedia en la que confluyen las historias. A pesar de que claramente el foco de la película es otro, su historia apenas se menciona y se desarrolla casi a regañadientes.
Esto no termina afectando del todo la validez de El capital humano, que se salva por su buen ritmo que hace que, a pesar de volverse paulatinamente más seria, no nos terminemos aburriendo casi nunca.
Para el final vamos a acusar al director de esta película de cometer lo que a este crítico le parece uno de los errores criminales del séptimo arte: los textos que aparecen inmediatamente después del final. Y no tanto aquellos que sirven para reconfirmar los destinos de los protagonistas como la Copa Suruga Bank, sino aquellos que quieren agregar o subrayar un concepto que debería inferirse tan sólo por haber visto la película. El ejemplo más notorio de esto que estoy diciendo es el final de Irreversible, con aquella frase de que el tiempo todo lo destruye. Pero esa película es una porquería y su director un imbécil, así que Virzì con su inofensiva El capital humano todavía tiene el beneficio de la duda.