El Cascanueces y los cuatro reinos

Crítica de Ana Manson - A Sala Llena

La nueva propuesta live-action de Disney llega esta semana a los cines de todo el mundo en simultáneo, adelantándose al espíritu navideño. El cascanueces y los cuatro reinos es una versión de la historia inspirada en el ballet de Tchaikovsky, que a su vez está basado en el cuento El Cascanueces y el Rey de los Ratones de E.T. Hoffmann. Tomando varios elementos del folklore de esta obra, Disney hace su propio remix de la historia, orientada a los valores de familia tradicional.

Esta nueva versión del estudio está protagonizada por Clara, una joven cuya madre murió recientemente y le dejó un misterioso regalo: un artefacto con cerradura pero sin llave. Impulsada por su curiosidad y el recuerdo de su madre, emprende una búsqueda que la llevará a descubrir algunas verdades sobre sí misma. Toma forma entonces una deslucida aventura para los más chicos, que no llega a generar una conexión real con los personajes pese a su magnífica producción.

El relato peca de simple y predecible, subestimando a su audiencia infantil y resultando bastante aburrido para los más grandes. Tanto los malos como los buenos -ambos caen lisa y llanamente en esas categorías- tienen motivaciones tan volátiles como poco convincentes, que abren las posibilidades de un mundo limitado por la falta de imaginación. El verdadero protagonista de la trama es el diseño de producción, con una puesta en escena digna de premios que es un deleite para la vista. La música compuesta por el gran James Newton Howard cumple un rol fundamental, pero a pesar de su imponencia no llega a compensar lo que le falta a la propuesta en ritmo y emoción.

En una versión animada de otro estudio, El príncipe encantado (The Nutcracker Prince, 1990), se narraba esta aventura en clave romántica, pero menos preocupada por la forma y mucho más por el contenido. Si bien esta nueva heroína de Disney tiene a su favor la determinación y el coraje para enfrentarse a sus miedos, no puede sostener sola el peso de una historia que es pura presentación de mundo y personajes, sin llegar a desarrollar bien ninguno de ellos.

Hace años que Disney no acierta el tono con sus películas live-action de aventuras, esas que no están basadas en ninguna de sus producciones animadas ni atadas a franquicias como Marvel o Star Wars. Esta propuesta se acerca a la Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland, 2010) de Tim Burton, pero sin el sello de autor. En un intento por aggiornarse a la vez que conservar su estilo naif, el estudio del ratoncito parece estar perdiendo de vista que se puede hacer una mala película con un buen guión, pero no se puede hacer una buena película sin uno.