Por algún motivo que escapa a mi entendimiento, Hollywood sigue empecinado a realizar adaptaciones de El Cascanueces pese al aburrimiento que causan.
Salvo la versión animada de Warner de 1990, que recuerdo que de chico me gustaba, ninguna otra película basada en este cuento me llegó a entretener. Y tras un simple sondeo/investigación, me animo a decir que es algo compartido por muchos a nivel mundial.
Esta es la primera vez que Disney aborda la historia -si bien ya había usado su música en Fantasía (1940)- y lo hace con toda la pompa bien digna de la Casa del Ratón.
Salvo por el plano secuencia inicial en donde se nota mucho el CGI, el resto del film es impecable a nivel técnico y estético.
Los directores Joe Johnston y Lasse Hallström hicieron un gran trabajo en todo sentido, pero por sobre todo, empleando a personas claves tales como a Linus Sandgren en la dirección de fotografía, Guy Hendrix Dyas en el diseño de producción, y James Newton Howard en el score (más Tchaikovsky, obvio). Todos con curriculums impresionantes.
Es ahí donde la película gana y te entra por los sentidos. Pero aún así, resulta muy difícil verla.
Es realmente muy aburrida. EL tiempo no pasa más. Nunca llegás a conectar con los personajes, y no te importa lo que sucede con ellos.
El guión es lo más flojo, porque trata de ser solemne y para chicos al mismo tiempo. Una combinación que no funciona.
Me intriga mucho cómo un niño va a percibir este film.
Otro aspecto para destacar es que todos los personajes se encuentran sobreactuados. Algo que queda claro que se hizo a propósito, pero que no queda bien.
Tanto Keira Knightley como Helen Mirren tienen un registro que nunca termina de acoplarse.
Distinto es el caso de la verdadera protagonista, Mackenzie Christine Foy, quien carga como puede y como le sale, una historia que no interesa en lo más mínimo.
En definitiva, El Cascanueces y los Cuatro Reinos es un film que se disfruta mucho desde lo visual y desde lo auditivo, pero solo por un rato, porque luego te dan ganas de dormir.