La nueva producción de Disney es una adaptación que fusiona el famoso ballet de Chaikovski con el relato de E.T.A. Hoffmann El Cascanueces y el rey de los ratones. Así es como una historia de fantasía clásica, tal vez demasiado clásica para hallar su lugar en la actualidad, es acompañada por una marcada estética y una exquisita banda sonora, conformando un mundo deslumbrante como única estructura que sostiene al film de Hallström y Johnston.
Clara (Mackenzie Foy), acompañada por el dolor de la reciente perdida de su madre y guiada por su padrino (Morgan Freeman), ingresa en un nevado nuevo mundo donde, además de encontrarse con una variedad de seres mágicos, descubrirá que ella es la princesa de los cuatro reinos que se encuentran en guerra. De esta manera la historia del Cascanueces, que aquí además de brindarle título al film no es más que un personaje secundario, se sirve de estructuras y estereotipos de fantasía ya antes vistos en pantalla y de mejor forma. Por ello es que El Cascanueces… resulta un refrito de films como Las crónicas de Narnia o un clásico indiscutible como El Mago de Oz, careciendo de una mirada renovada más que en su apartado estético.
Incluso, al igual que ocurrió en su momento con el film de 1939, la dirección de El Cascanueces… fue problemática de por sí, de allí que el corte de Hallström no convenciera y llamaran a Johnston para finalizarlo, siendo dicha dualidad en la dirección lo que termina de darle un resultado desequilibrado. Esto se debe a que si bien la película se sostiene en la imaginería visual, por momentos también se puede encontrar en ella un exceso de artificialidad, más que nada en lo que se refiere a la presencia digital. Es así como por otro lado logran resaltar de mucha mejor forma la construcción de escenarios reales que terminan de darle a la puesta en escena esa identidad perteneciente al ballet que inspiró la historia.
Uno de los mejores momentos donde toda la grandeza musical se ve reflejada en pantalla es aquel donde se le narra a Clara, y por ende al público también, la historia de los cuatro reinos a través de la hermosa puesta escenográfica del ballet y los bailarines danzando en escena. Si bien los separadores que tienen al personaje de Sugar Plum (Keira Knightley) contando lo que las imágenes ya dicen por sí solas le juegan un poco en contra, lejos está de arruinar la belleza nacida de dicho segmento del film. Pero visto con mirada de niño —después de todo, el relato está apuntado a los más pequeños— pareciera haber una subestimación hacia el público joven ofreciéndole una historia que más allá del disfrute visual no tiene mucho para ofrecer… y mucho menos para enseñar.