El caso Collini transcurre en el año 2001 y está basado libremente en un caso judicial similar, aunque los personajes principales y sus nombres son otros. Apela frecuentemente a flashbacks de dos periodos anteriores, que van arrojando luz sobre el tema central de la trama: la búsqueda del motivo de un crimen.
Es este el evento con que se inicia el film, cuando un hombre mayor consigue, fingiendo ser periodista, ingresar a la oficina de Hans Meyer (Manfred Zapatka), un rico propietario berlinés, dueño de la Meyer Machine Fabrik. El desconocido le descarga tres balazos y se ensaña aún más pisoteando la cabeza de la víctima fallecida. Es detenido y puesto al servicio de la justicia alemana, que designa de oficio a un defensor público.
Este resulta ser un joven abogado turco recibido hace tres meses, Caspar Leinen (Elyas M’Barek), recomendado por su profesor de derecho penal, Dr. Richard Mattinger (Heiner Lauterbach). Pronto se verá que la elección no es casual, ya que además el joven letrado conocía a la víctima desde pequeño, al ser amigo de Philipp, nieto de Meyer, y su hermana Johanna (Alexandra Maria Lara, la secretaria de Hitler en La caída). Ocurre también que Mattinger resulta ser el abogado civil de la firma. En uno de tantos flashbacks se comprobará que tanto Philipp como sus padres fallecieron en un accidente de auto. Johanna intentara disuadir a Caspar, recordándole cómo su abuelo fue generoso con él al alentarlo y apoyarlo para que termine sus estudios. Pero el joven abogado se resiste, al haberse ya comprometido con la Justicia en el que será además su primer caso legal.
La historia pega un giro crucial cuando Caspar conoce a su defendido Fabrizio Collini (una gran interpretación de Franco Nero), un italiano residente en Alemania desde hace más de treinta años que se niega a declarar. El abogado visita la morgue y por consulta con una experta en balística comprueba que el arma asesina es una rara pistola (Walter P38) que ya no se usa y que data de unas cuantas décadas atrás. Con el juicio ya iniciado, pide a la jueza una prórroga de una semana que, si bien rompe las reglas jurídicas, ella acepta, aunque reduciendo el plazo a cuatro días.
Es allí cuando la película cambia de ritmo y se transforma en una carrera contra el reloj, llevándolo por un lado a Frankfurt, donde reside su padre librero. A este le pide que lo ayude consultando una extensa documentación legal que tiene que ver con una decisión de la República Federal de Alemania de 1968, sobre crímenes de guerra y prescripciones.
Por el otro lado viaja a Toscana, más precisamente a Montecatini (cerca de Pisa), donde vivía Collini. Lo acompaña una bonita joven italiana que Caspar conoció en un delivery de pizzería, y que además de traductora se convierte en su ocasional compañera. El exitoso viaje le permitirá aportar un muy valioso testigo cuando se reanude el juicio en Berlín.
El gran interés de El caso Collini radica en que alude al nazismo desde una óptica muy diversa de la más habitual, ligada al Holocausto. Recuerda un poco por su temática a Anthropoid, un film del inglés Sean Ellis (coproducción con la República Checa), que fue curiosamente presentado por una distribuidora major y que sólo vieron en Argentina unas seis mil personas.
Pero a diferencia de la recién mencionada, la que ahora se estrena no se contenta con ser un film histórico ya que agrega una importante cuota de misterio, que se irá develando a lo largo de dos horas bien justificadas.