"El caso de Richard Jewell" es ante todo una gran historia, y nadie mejor que Clint Eastwood para contar una historia de esta magnitud. A los 89 años, y con su estilo clásico que mantiene a pulso firme, Eastwood se mete con el infierno real que vivió Richard Jewell, un guardia de seguridad que pasó de héroe a villano en tan sólo tres días. En 1996, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, explotó una bomba casera que dejó dos muertos y 111 heridos. Las víctimas podrían haber sido muchas más si no hubiera intervenido Jewell, que descubrió la mochila que contenía la bomba y fue el primero en despejar el área. Esta hazaña lo convirtió en un héroe, pero poco después, por presiones del FBI y de un medio local, fue señalado como el principal sospechoso de colocar el explosivo. Eastwood sobrevuela el cinismo del FBI y la voracidad de los medios, pero se detiene en el calvario que le toca vivir a Jewell, un tipo pueril e idealista que cree profundamente en las instituciones y el cumplimiento de la ley. El protagonista, junto a su madre y su leal abogado, ve cómo su mundo de valores se desmorona, y el director centra la tensión de la narración en ese proceso, que conmueve y cuestiona al espectador. La película levantó polémica por el retrato que hace de una periodista sin escrúpulos. Sin embargo este tema es un aspecto menor. "El caso..." descansa en la fuerza de sus personajes centrales y el trabajo de los actores, desde el eterno secundario Paul Walter Hauser (ahora protagonista) hasta los brillantes Kathy Bates y Sam Rockwell.