Clint Eastwood, en un año plagado de grandes y aclamadas obras de renombrados directores, también dio su cuota de la calidad habitual que tiene su cine. Aunque llegó a los cines el 2 de enero en Argentina, vale aclarar que esta cinta ya se había estrenado el año pasado en Estados Unidos.
El caso de Richard Jewell cuenta los sucesos ocurridos durante los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, en la que un guardia de seguridad descubrió una mochila con explosivos en un parque y, gracias a esto, logró evitar un número mayor de víctimas al ya haber comenzado a evacuarlos. El problema fue que, aunque en principio era tomado como el gran héroe, poco a poco fue transformándose en el principal sospechoso.
Con un atinada presentación de los personajes principales y el momento del accidente cargado de tensión, Eastwood nos involucra en esta historia con total facilidad. Trabaja desde lo empático y lo humano, con su habitual pulso para dirigir. Con el correr de los minutos, el film nos sitúa en un plano más legal y de investigación, pero sin que nunca nos despeguemos de lo relatado.
Las actuaciones son brillantes. El protagonista (con un notable parecido físico al verdadero Jewell) hace un trabajo muy personal y emotivo, mientras que el resto del reparto simplemente eleva la calidad. Rockwell y Bates, formidables.
Una cuidada fotografía completa la escena, con una buena utilización de los espacios según cada toma. Es una película sobre la integridad, la familia, el compromiso, que va directo a las fibras más sensibles de cualquier espectador. Juega con lo efectivo, quizá. ¡Pero con qué maestría, querido Clint! Totalmente recomendable.
Puntuación: 8/10
Manuel Otero