Solo un cineasta de la talla de Clint Eastwood es capaz de realizar un film tan actual como trascendente a los 89 años de edad. El director demuestra que todavía tiene mucho para decir mediante su cinematografía y “Richard Jewell” (2019) es la prueba perfecta de ello.
Algunos podrán rechazar sus pensamientos de derecha y otros no estarán de acuerdo con el nacionalismo exacerbado que representó muchas veces en la pantalla grande pero lo cierto es que su exquisita mirada narrativa como director lo convierten en uno de los cineastas más interesantes de la actualidad. Incluso resulta una sorpresa que a esta altura se digne a realizar una película como la que aquí nos convoca, donde se pone en tela de juicio a las fuerzas de seguridad, a las autoridades y a los medios masivos de comunicación como miembros activos de las investigaciones llevadas a cabo como una simple “cacería de brujas” en lugar de realizar las averiguaciones correspondientes para dar con los verdaderos culpables.
El largometraje cuenta la historia del personaje del título, Richard Jewell (Paul Walter Hauser), un guardia de seguridad de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 que se convirtió en héroe al descubrir una mochila llena de explosivos en su interior, avisando inmediatamente a los policías del lugar y logrando reducir el número de víctimas al ayudar en el proceso de evacuación de la zona antes de que se produjera la explosión. En un principio fue presentado como un héroe ante la sociedad, un hecho en el cual la prensa especializada tuvo mucho que ver pero posteriormente Jewell pasó a ser considerado como el principal sospechoso de la investigación federal y convertido en presunto culpable de la noche a la mañana.
El film, basado en hechos reales, tiene un ritmo avasallante y una sensación de registro documental bastante lograda. El director, como siempre, nos sumerge en la intimidad de los sucesos, en las vidas personales de los verdaderos protagonistas para teorizar sobre cuestiones más grandes a medida que avanza el relato. Es impresionante la solidez narrativa que maneja Eastwood y la forma en que dispone la puesta en escena a la hora de representar los hechos.
El protagonista (compuesto por un genial Hauser) es un hombre excéntrico, algo excedido de peso, con problemas a la hora de relacionarse con los demás y con una extrema devoción por las autoridades (incluso es un policía frustrado que nunca llegó a desarrollar su función), además de ser un amante de las armas. Por otro lado, vive con su madre Bobi (Kathy Bates), cuestión que termina de completar el perfil de “terrorista solitario” y posible “héroe culpable”, haciendo que tanto el FBI (representado por un correcto Jon Hamm en su composición del agente Shaw) como la prensa (en la figura de Olivia Wilde como periodista del Atlanta Journal Constitution) comiencen a tirar la imagen de héroe para erigir la de terrorista.
El sujeto acusado es aislado y obligado a acudir ante un viejo y conocido abogado con el cual trabajó previamente, Watson Bryant (compuesto por un descomunal Sam Rockwell). Entre ambos deberán defender el nombre de este ciudadano corriente de esta despiadada persecución.
El guion de Billy Ray, que ya tiene experiencia en este tipo de films basados en hechos reales después de la interesante “Captain Phillips” (2013), se propone mostrar cómo el seno familiar y afectivo de este “hombre común” termina por quebrarse cuando es perseguido por la prensa y el gobierno norteamericano, mediante una interesante yuxtaposición de la intimidad del protagonista con los hechos de público conocimiento que terminan convirtiéndose en algo masivo. Una obra maravillosa que denuncia el sensacionalismo y las teorías conspirativas.
“El Caso de Richard Jewell” es una película atrapante e imponente, que se vale de un elenco extraordinario, de un trabajo de guion inspirado y de la siempre infalible dirección de Clint Eastwood. Un film que demuestra que el director de casi 90 años todavía representa uno de los mejores narradores clásicos de Hollywood pero que, a su vez, aún puede sorprender con ideas frescas y provocadoras que desafían sus propias creencias. Un cineasta con todas las letras que cierra una enorme década con ocho películas, siendo esta una de las más destacadas.