Lo mejor que te puede suceder antes de entrar a ver El caso de Richard Jewell es no saber nada al respecto.
Es una historia real pero no tan conocida en Argentina. Y si bien es impactante, ha habido casos más resonantes, más populares, más locos, más despiadados, más inverosímiles llevados a la pantalla, pero en la mayoría de esos no estaba Clint Eastwood detrás, que es lo que hay que señalar y subrayar aquí.
Todo lo que toca este maestro se convierte de manera automática en el mejor de los testimonios.
Y tal como dice el póster “El mundo ahora sabrá su nombre y la verdad”.
Así nos adentramos en el mundo de este guardia de seguridad tan particular, con el que tal vez como argentinos no coincidimos en nada, pero al mismo tiempo nos es imposible no empatizar.
El tipo salvó un montón de vidas y quisieron inculparlo por ese mismo hecho. Lo pasaron de héroe a terrorista en cuestión de horas.
La película desnuda toda esa situación a través del (mal) accionar de la prensa y del FBI, y es allí donde el elenco brilla.
Tanto Paul Walter Hauser, quien de a poco se va construyendo un nombre muy sólido en el medio, como los consagrados Sam Rockwell y Olivia Wilde. Todos geniales e inapelables.
Pero sin dudas la figura indiscutida es el director. La puesta que logra Eastwood y la narrativa son contundentes.
Su filmografía es impecable y sus últimas dos décadas repletas de obras magníficas a un ritmo de casi una película por año.
El tipo tiene 89 y filma como lo dioses, motivo más que suficiente para disfrutar su arte en pantalla grande.
El caso de Richard Jewell es una gran película. Una injusticia expuesta para todo el público a través de la lupa de un gran maestro.