Eastwood lo hizo de nuevo. El arranque de Richard Jewell es arrollador. Se toma su tiempo para presentar a cada uno de los personajes involucrados. Los delinea con maestría. Los describe con grandeza y sencillez a la vez. Introduce a Jewell, ese enorme hombre de gran corazón y sueños. Alguien con quien empatizaremos hasta el punto de gritarle a la pantalla: REACCIONA. Porque esta película, basada en un caso real, nos habla de la dolorosa mirada del otro, de los preconceptos y prejuicios que aniquilan, acusan, barren con todo, pero también de la amistad, de los vínculos, de la sangre, de la pasión por hacer lo que a uno le gusta a pesar de todo. Una lección de cine, tres actos imperdibles. Gracias Eastwood.