Clint Eastwood todavía está vigente y en esta dramatización lo demuestra. Emocionante y por momentos muy graciosa, El caso de Richard Jewell da la pauta de que las historias bien contadas, por más chicas o desconocidas que sean, pueden servir como entretenimiento y concientización en partes iguales.
En 1996 Atlanta fue sede de los Juegos Olímpicos y debido a ello la cantidad de turistas que recibe la ciudad creció de manera circunstancial. Dentro de esos turistas hubo quienes no iban a visitar la fiesta más grande que puede brindar el deporte y en pos de lograr todo lo contrario, terroristas lograron plantar una bomba en medio del Centennial Park, uno de los lugares con más concurrencia en el mes olímpico ya que allí se realizaban diferentes espectáculos musicales y eventos artísticos. Por fortuna para los espectadores, un guardia de seguridad llamado Richard Jewell logró detectar a tiempo la plantación de la bomba y pudo evacuar casi totalmente el lugar donde el explosivo se encontraba dejando una mínima cantidad de muertos. Pero Richard no sólo se iba a encontrar con reconocimiento lógico de haber evitado una masacre internacional sino que también, debido a diferentes prejuicios y situaciones por fuera del hecho, las autoridades responsables de investigar el atentado y los medios de comunicación lograron poner a Richard en las primeras planas mundiales cómo el presunto organizador del atentado que él mismo detuvo.
Clint Eastwood toma este suceso local para llevarle a todo el mundo El Caso de Richard Jewell (Richard Jewell), una película que muestra cómo fueron los eventos que sucedieron en el Centennial Park antes y después del atentado terrorista. En esta recreación se tomará como punto de enfoque la vida de Richard Jewell (Paul Walter Hauser) un hombre que a lo largo de toda su vida estuvo alineado con las fuerzas de la ley pero que debido a su personalidad un poco ingenua nunca logró entrar a la policía local. Cuando éste logre prevenir el atentado y luego de ser un héroe local por unos días el FBI, a cargo de Tom Shaw (John Hamm), y la periodista Kathy Scruggs (Olivia Wilde) lograrán mediante teorías con poco sustento y una habilidad sin igual para manipular la información, establecer a Richard como el principal sospechoso del planteamiento de la bomba. Ante la tormentosa situación, Richard deberá recurrir al abogado Watson Bryant (Sam Rockwell) uno de los pocos amigos que tiene y con el que tendrá que trabajar codo a codo para lograr limpiar su nombre.
En sus películas más recientes Eastwood se ha encargado de llevar a la gran pantalla películas en donde los “héroes” son gente común y corriente que se ven afectados por alguna circunstancia especifica y ellos deben actuar. La historia que más podría asemejarse a ésta es la de 15:17 Tren A París (2017), en donde un grupo de turistas americanos detuvieron un ataque terrorista en un tren. Siguiendo por esa linea Eastwood vuelve a tomar un caso con el que pueda sorprender a los espectadores de todo el mundo y que desconocen por completo este evento. Con un guion escrito por Billy Ray y Marie Brenner, la película muestra y transmite una fuerte critica a los medios de comunicación y a la utilización de su poder para condenar o enaltecer personas según sus intereses, y también al sistema federal de investigación que muchas veces se encarga de sentenciar el futuro de una persona sin tener todas las pruebas necesarias cómo para hacerlo. Siendo esos sus pilares fundamentales para relatar la historia, la película es mucho más que una critica hacía esas dos “fuerzas”, la cinta logra combinar de manera exitosa el drama y la comedia generando momentos de tensiones muy fuertes y al mismo tiempo que el espectador pueda disfrutar de buenos chistes o situaciones hilarantes bien planteadas y ejecutadas. En los momentos en donde la búsqueda de pruebas para llevar el caso de Richard, los métodos que se utilizan son similares a los que se pueden ver en 12 Hombres en Pugna (12 Angry Men, 1957) una de las obras cumbres en la filmografía de Sidney Lumet y que tiene muchos puntos en contacto con la presente película de Eastwood.
Quizás lo “reprochable” para esta película sean algunas decisiones de guion que muestran de manera abrupta y repentina el cambio de postura en algunos personajes y de la mano con eso un montaje que deja bastantes dudas con respecto a su ejecución. También esta es una película que tiene el sello de la filmografía de Eastwood en todas partes y eso para quienes no logran separar el trabajo del director con la manera de pensar del propio Clint puede encontrar en la película algunos indicios de su ideología en el relato.
A lo largo de sus poco más de dos horas de duración, la película ofrece inmediatamente la posibilidad de empatizar con los personajes principales y ahí se destaca de manera elocuente la selección de los actores para interpretar a los personajes. Básicamente el trío compuesto por Sam Rockwell, Paul Walter Hauser y Kathy Bates hacen que la película tenga la fuerza necesaria cómo para hacer que el relato sea entretenido permanentemente. Lo mismo puede suceder con los personajes de Hamm y Wilde pero de la vereda de enfrente, ya que interpretan a dos personajes a los que se los puede detestar inmediatamente por los caminos y decisiones que toman y por el poco interés que demuestran en lograr conseguir la verdad. Sus interpretaciones son correctas pero da la sensación de que ambos pudieron haber hecho mucho más.
El Caso de Richard Jewell da la pauta de que Eastwood tiene más hilo en el carretel y que para que se vea su retiro de la dirección aún falta un poquito más. Graciosa y emocionante, ésta dramatización funciona cómo una dura critica hacía la prensa y al sistema federal y que gracias a las actuaciones de sus protagonistas el espectador puede empatizar de manera inmediata y lograr verse representados en más de uno de ellos.