La esperanza es lo último que se pierde
El director Destin Daniel Cretton vuelve a trabajar junto a la ganadora del Oscar Brie Larson como ocurriera en la excelente Short Term 12, en este caso para darle forma a una biopic que cuenta la particular historia de una familia nómade de la actualidad. El elenco lo completan los nominados al premio de la Academia Woody Harrelson y Naomi Watts.
Distintas idas y venidas en el tiempo le dan forma a esta historia real que sigue los pasos de Jeannette (Larson) en dos etapas muy distintas de su vida divididas por la difícil decisión de abandonar la convivencia con sus padres a muy temprana edad. Porque lo que tenemos es una muy buena escena inicial donde vemos a una Jeannette vestida muy elegantemente a la salida de un evento social de alta alcurnia solo para que todos esos elementos choquen con una pareja que está pidiendo plata en la calle y acomodando algunos colchones viejos para pasar una nueva noche a la intemperie. Ese choque, que se produce metafórica y literalmente cuando el desalineado hombre vestido con harapos hace a un lado a su mujer y casi se lleva por delante el auto en el que va Jeannette, marca el inicio de ese relato que va y viene en el tiempo para explicarnos cómo cada uno de estos tres personajes llegaron a ese momento que los reúne porque lo que nos enteraremos a continuación es que estos dos desafortunados que viven en la calle son los padres de la protagonista.
Basada en la novela que cuenta el caso real de esta familia, El Castillo de Cristal se presenta como un relato dinámico y de alta carga de empatía mientras vemos como una familia muy unida y cuyos miembros (además de sus padres, Jeannette vive con sus dos hermanos menores) permanentemente demuestran el amor y solidaridad que los une debe afrontar la difícil situación económica que siempre los ha caracterizado y que encuentra su origen un poco en la herencia y en las circunstancias poco favorables en que nunca dejaron de estar y otro poco en el proceso de autodestrucción involuntaria que Rex y Rose Mary, padres de los tres chicos, proponen a partir de su estilo de vida libre, despreocupado y reticente de acatar las normas sociales impuestas. Con una madre que siempre dedicó su vida a la pintura y un padre sin trabajo estable y con severos problemas de alcoholismo, estos tres niños -con especial foco en Jeannette- constituyen el centro de una historia marcada por la supervivencia, el amor familiar, la capacidad de nunca perder las esperanzas y el crecimiento en tan difíciles circunstancias que indefectiblemente termina decantando en la toma de autoconciencia de que los padres no siempre tienen razón y nos llevan por el camino correcto.
El fuerte trinomio protagónico sostiene a una historia de alta profundidad emocional que por las complejas características de varios de sus protagonistas y de ese salteado recorrido temporal se vuelve algo desorganizada aunque sin perder el foco de su verdadera tesis. Tesis que es expuesta de forma muy contundente en la escena de mayor carga dramática al final de la película y que tiene como protagonista a la relación entre padre e hija que, incluso después de todo lo vivido, tiene tiempo para mirar atrás y recordar esos momentos de dulce esperanza, tal vez ficticia pero esperanza al fin, cuando el contexto y sobre todo el futuro parecían prometer nada más que oscuridad.