El castillo de cristal es una película rara.
La historia es una adaptación del libro de memorias homónimo de la periodista de chimentos Jeannette Walls que se convirtió en best seller en Estados Unidos.
El argumento describe las experiencias en su infancia y adolescencia al crecer con un padre alcohólico y una madre artista más preocupada por sus obras que en alimentar a sus hijos.
El film se desarrolla en los años ´80 donde Brie Larson interpreta a la periodista en su etapa adulta y a través de flashbacks se narran las distintas experiencias que vivió la familia durante la década de 1960.
La película del director Destin Daniel Cretton genera bastante ruido por el modo en que abordó las temáticas más fuertes de esta historia que lidia con abusos y violencia de género.
Durante el desarrollo de la trama hay un esfuerzo descomunal del director en intentar retratar a un padre alcohólico y golpeador como un hippy incomprendido de la sociedad, algo que genera muchísimo rechazo en este film.
El castillo de cristal parece por momentos el discurso de una mujer golpeada que intenta buscar argumentos para justificar las agresiones que sufre.
El personaje de Woody Harrelson, quien brinda una buena actuación, hace cosas terribles en esta historia.
Golpea a su mujer, sus hijos pasan hambre porque no trabaja y se la pasa perdido en la bebida y peso a todo el director se empeña en retratarlo como un soñador idealista de los años ´60.
El año pasado se estrenó una gran película con Viggo Mortensen como fue Capitán Fantástico, que compartía una temática muy similar.
El rol de Mortensen era algo extremista en sus filosofías hippy pero al menos era un hombre que amaba a sus hijos. La película se encargaba de retratar la falencia que tenía su conducta y no justificaba sus errores.
El castillo de cristal pretende que nos emocionemos con la historia de un abusador que no genera la menor empatía y la superficialidad con la que se abordan las cuestiones más oscuras de la historia dan como resultado un film que no termina de funcionar.
No ayuda tampoco a que la artificialidad de los momentos dramáticos convierta a esta producción en tedioso bodrio deprimente con el que cuesta tener alguna empatía.
Ni siquiera la presencia de Brie Larson, quien brinda una de las interpretaciones más aburridas de su carrera, consigue levantar este drama olvidable que no merece mayor atención.