En una historia rebajada que constantemente busca una redención forzada y se basa en las memorias de la periodista Jeanette Walls, sus protagonistas logran llevarla a buen puerto a base de grandes actuaciones que sirven de camuflaje para los idas y vueltas emocionales que se van agotando bastante temprano en el film.
Trazando ciertas similitudes con “Capitán Fantástico” de Matt Ross, la familia de la joven Jeanette Walls (Brie Larson), conformada por su padre Rex (Woody Harrelson), su madre Rose Mary (Naomi Watts) y sus hermanos Lori, Brian y Maureen, vive al margen del sistema capitalista, moviéndose constantemente entre chozas despobladas y acampes al aire libre. Si bien esta situación resulta fresca y atrayente al comienzo, la ilusión de que las figuras paternas son algo más que un par irresponsable se disuelve muy rápido, exponiendo que constantemente justifican sus errores y falta de cuidado con una concepción primitiva de que en la vida libre y natural las graves quemaduras corporales o caer desde el tejado de una casa son situaciones perfectamente normales para niños que apenas llegan a la adolescencia. A partir de allí, entramos en un espiral que retrata los primeros años de Jeanette hasta mudarse sola poco después de alcanzar la mayoría de edad, en cuya etapa se encuentran la mayoría de los fuertes traumas provocados por un Rex que se sumerge cada vez más en el alcoholismo y lleva a cabo una serie de actos violentos a varios miembros de la familia, y una Rose Mary que no logra enfrentar exitosamente a su marido en ninguna de estas circunstancias. Si bien gran parte del film demoniza los actos de los padres, también tenemos algunos recuerdos felices que plantan la semilla para una suerte de intento de redención para las figuras paternas, el cual discutiremos más adelante.
Entrelazada con estos flashbacks está la historia presente de Jeanette, que transcurre mientras ésta trabaja de periodista y durante su compromiso con David (Max Greenfield), un joven empresario de Nueva York con actitudes bastante opuestas a las de Rex y Rose Mary. De más está decir que las situaciones incómodas se siguen acumulando y excepto por algunas escenas en las que Brie Larson libera magistralmente toda la frustración contenida por Jeanette hasta el momento, el efecto dramático ya está casi completamente gastado y los intentos finales de recomponer las relaciones familiares y darle una inyección de satisfacción al film resultaron difíciles de comprar.
Las actuaciones, como ya dijimos, son el punto más fuerte y los únicos pilares sobre los que se sostiene la noción de que estos personajes pueden generar empatía en el espectador. Woody Harrelson se complementa tanto con Brie Larson como con Ella Anderson, quien es magnífica como la joven Jeanette, y la interpretación de Harrelson es lo único por lo que podemos vislumbrar la posibilidad de identificarnos con Rex.
“El Castillo de Cristal” probablemente pase desapercibida entre la crítica, la crudeza en partes del relato ciertamente atrapa al espectador, pero la falta de gravedad con la que se tratan algunas de estas partes hace difícil mantenerse comprometido por mucho, excepto cuando uno de los talentosos integrantes del elenco salva esas escenas.