Jeanette Walls es una reconocida periodista que logró todo a fuerza de trabajo y auto superación. Un día decide escribir sobre sí misma, contando cómo creció, la familia de dónde proviene y haciendo especial hincapié en la figura de su padre, quien pasaba de ser alguien divertido y cariñoso, a un alcohólico destructivo en cuestión de segundos. A medida que Jeanette indague más en su pasado, viejos rencores y sentimientos encontrados empezarán a surgir.
Llega a los cines argentinos El castillo de cristal (The glass castle, 2017), una película introspectiva y autobiográfica, sobre una periodista que decide criticar y hacer las paces con su pasado, a la vez de explorar otra faceta más de su trabajo, pero consigo misma.
Es triste decir que pese a que estamos ante una película que cuenta con varias caras conocidas en su elenco, El castillo de cristal es un film que no nos transmite nada, y que peor aún, no sentimos demasiada empatía o rechazo hacia sus personajes principales; y por ende, no comprendemos algunas de sus acciones.
Quizás lo mejor de la película es el padre alcohólico interpretado por Woody Harrelson; el actor logra componer un personaje que por momentos se siente querible, atento con sus hijos y que juega a ser papá y amigo al mismo tiempo. Pero que en cuestión de segundos (sobre todo si hay alguna bebida de por medio) se vuelve ruin y egoísta, poniendo sus ganas de seguir tomando por sobre su propia familia. Pero así como tenemos este personaje tan bien armado, Naomi Watts sale con la peor parte al hacer de la esposa de Harrelson. No vemos mucha lógica en el comportamiento de esta “madre de familia”. Y usamos comillas porque en realidad nunca se comporta como una madre, ya que jamás la vemos preocuparse por la seguridad o bienestar de sus hijos, y sólo se limita a pintar.
Por desgracia, Brie Larson y su Jeanette tampoco sale muy bien parada; en especial porque sus repentinos cambios de humor y sentimientos hacia su familia son tan aleatorios, que pareciera que dependen más por capricho de guión que por construcción de personaje. Y si estamos ante un drama con todas las letras, que los personajes terminen dándonos igual, es un error por parte de los guionistas. Si bien existe una novela en la que se basaron (y que nosotros no leímos), sabemos que cualquier guionista hoy en día puede tomarse libertades con respecto al material original.
El castillo de cristal termina siendo un film que no aporta demasiado a la cartelera actual, ya que no funciona como drama, y como película biográfica, la persona de la que se nos cuenta, es por la enorme mayoría desconocida, creando en el espectador una sensación de apatía que muchas veces termina siendo lo peor que puede generarnos un largometraje.