Los estudios Aardman ya nos tienen acostumbrados al minucioso trabajo técnico y al ingenio de sus animaciones. Al menos desde la década de 1990 que entrega títulos irresistiblemente divertidos, con su característico humor simple pero efectivo, entre naif y autoconsciente. Se podría decir que la inteligencia es la cualidad que mejor define a la productora del Reino Unido, que con el tiempo se convirtió en sinónimo de calidad y entretenimiento asegurado.
El cavernícola es su nueva película y está dirigida por el legendario director Nick Park, creador de Wallace y Gromit y Pollitos en fuga, y una de las mentes más brillantes de la animación contemporánea. Con sus ya característicos personajes de arcilla, Park recurre a la técnica stop motion para deleitarnos con una historia sencilla y divertidísima, disfrutable tanto para chicos como para grandes, y de paso homenajear al maestro Ray Harryhausen.
La historia se remonta a los tiempos de los dinosaurios, cuando del cielo cae una bola de fuego del tamaño de una pelota y arrasa con todo. Sin entender lo sucedido, algunos de esos primeros hombres que habitaron la Tierra se acercan al objeto esférico aún candente y empiezan a jugar con él, lo que da nacimiento al fútbol.
Luego pasamos a la Edad de Piedra y el director presenta a sus personajes principales, liderados por un niño de ojos saltones y dientes desparramados llamado Dug, quien siempre anda acompañado de un simpático jabalí como mascota.
La tribu de Dug deberá aprender a jugar al fútbol para defender su valle de una civilización más avanzada (perteneciente a la Edad de Bronce) que quiere adueñarse del lugar y esclavizar a los primitivos. Los invasores están gobernados por un déspota que tiene a su disposición un equipo de jugadores imbatible, integrado por grandes estrellas de lo que consideran el deporte sagrado.
Una de las virtudes de la película es que no subestima jamás al público con chistes tontos ni con nada que atente contra el ritmo y la gracia de la trama. Hay personajes entrañables y momentos para reírse a las carcajadas, como cuando aparece un pato enorme o cuando intentan cazar al conejo.
Las escenas aportan información y se conectan espontáneamente con las siguientes, las que a su vez contienen gags y un problema a resolver, y todo hecho con simpleza y comicidad.
Una vez más los estudios Aardman y Park dan cátedra de cine, de amabilidad y de respeto a los personajes y a la audiencia.